Bisexuales, la enorme ausencia

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Miles de historias de las que poco se habla en las reivindicaciones del Orgullo.

Nos acercamos a un Orgullo atormentado por la profunda disputa entre las familias trans y feminista. Un doloroso debate sobre los límites legales para quien desea cambiar de género. La denuncia del activista Fito Ferreiro a la TVG por persecución se suma además a un ambiente enrarecido por la pandemia. El Orgullo ya es una fiesta de la diversidad, horizontal, que la sociedad logró hacer suya extendiendo las primeras demandas sobre normalización a cualquier situación relacionada con la vida socioafectiva de las personas.
Seguirán existiendo anécdotas como la del candidato de Vox en Pontevedra e ingeniero municipal, que cuando el ayuntamiento se engalana con los 7 colores eleva una carta solicitando su retirada. Según él, la gente puede pensar que quien trabaja en ese edificio es LGTB, una erudita interpretación. Esto, igual que lo del periodista Ferreiro o el debate trans seguirán llenando de sentido la celebración de esta fecha.
Bandera LGBT en el balcón del Concello de Pontevedra.

Pero nos vamos a acercar con cariño y curiosidad a una de las letras que más inadvertida pasa en este alfabeto liberador, la B. Que no es la segunda, sino la cuarta. Cobija, discreta, millares de protagonistas. Todo parece indicar que en número creciente.

El comportamiento queer suele manifestarse como un grito contracultural, subrayando ese aspecto de la visibilidad que tantas cosas buenas aportó a lo largo de la corta historia del movimiento liberador de la sexualidad. Un mundo lleno de venerables protagonistas que cuestionaban las estructuras mentales cuando había mucha más telaraña cerebral que hoy. En el inicio de los 70, empezaron una marea de la que todavía nos alimentamos.

Pero hay otro comportamiento más discreto que se cobija en la intimidad de las personas y muy pocas veces suele ser público, más allá del círculo inmediato de sus protagonistas. Hablamos de las personas bisexuales, esas que responden a la leyenda urbana de que nacemos bisexuales y nos vamos decantando para un u otro lado de la balanza.

Un dato que a muchas personas puede llamarles la atención es la evolución generacional de la  bisexualidad en los últimos años. Poco se habla de la gran cantidad de chicos y chicas —especialmente estas últimas— que disfrutan del sexo con las personas que les estimulan, sin que importe su género. Eso no quiere decir que después no se aproximen a una u otra opción. Pero quizá estén derribándose los sólidos muros que amordazaban ese instinto juvenil del flirteo tradicional.

Una liberación que según parece afecta sobre todo a las mujeres y puede ser una consecuencia del intenso trabajo de revalorización y autoafirmación de las mujeres que el feminismo viene haciendo en las últimas décadas. Puede que el mayor número de jóvenes que se definen bisexuales tenga relación con el chip antimachista que se abre paso entre nosotros. El tiempo nos dirá si es una tendencia minoritaria o una nueva manera de adentrarnos en el camino del sexo.

Quienes llevamos ya mucho camino andado hemos convivido con un gran número de personas que, unas más, otras menos ocultas, nadan en los dos océanos a plena satisfacción.

Ya en los años 80 circulaba por Ourense una familia que nos parecía el colmo de la heroicidad. Xoan (35) y Paula (32) eran pareja. Pero un día, Xoan conoció a Tomás, 15 años menor, y comenzaron una aventura paralela. Lo que ocurrió en la intimidad, lógicamente, no se sabe… pero sí que llegaron a una rutina de vida en que los tres se apreciaban y se sentía satisfechos. Tanto, que era frecuente ver a Tomás de compras con Paula por las calles de Auria. Quien escribe conoció a los tres protagonistas, que compartían bastantes momentos de ocio, aunque no de cama, pues Paula y Tomás no tenían sexo entre ellos. Solo con Xoan.
Algo parecido ocurría en la relación entre Basilio y Sara, los dos con buenos trabajos —él recién jubilado— e hijos criados. La garganta de Basilio probó un día los encantos de una primera felación y quedó entusiasmado con el manjar. Se aficionó, ayudado también por la maestría de Andrés, un subordinado suyo en el hospital en el que ambos trabajaban, en el norte. Comenzaron  liándose en secreto. Un día Sara descubrió la relación, pero no se agobió. Se planteó buscar una solución con el amor de su vida, al margen de sus dos hijas, ya emancipadas. Acordaron que  Basi y Andrés mantendrían su relación más o menos oculta, con el acuerdo de este último, embarcado en su divertida vida de soltero pero encantado con Basilio. Y así llevan años, la pareja inicial haciendo una vida independiente pero amable y agradable, y la nueva disfrutando de los intensos placeres del cruising, el sexo colectivo y otras delicias que se les ponen a tiro.
Y muy intensa también la historia que vivían Paco y Silvia, ya sesentones, convertidos con el paso del tiempo en pareja Blanca (sin sexo). Mientras él no mostraba interés alguno por las relaciones carnales, ella sí. Había tenido un amante, Efrén, un funcionario que además de sexo le escribía intensas poesías. Pero todavía hoy mantiene su relación pasional con Carmen, que vive en Valencia y a la que visita con cierta frecuencia. Liberada de los deberes de la crianza, mantiene su cuerpo pulido gracias a una buena alimentación y largas caminatas. Silvia vive intensidad los momentos de ternura con su amiga y amante.
Foto: Elvin Ruiz en Unsplash.
La historia de Pedro es distinta. Se casó con Ana. Ambos de distinguidas familias  compostelanas. Tuvieron un hijo. Al poco tiempo, Pedro no pudo más y decidió dar por finalizada la relación tras conocer algunos jóvenes que le llenaban más el ojo que su chica. Quiso ser consecuente con su nueva realidad y se divorciaron. Poco a poco conoce a Antonio e inician una relación de amor y convivencia que finaliza 20 años más tarde. Ana también había tenido pareja, pero no estaba muy feliz. Pedro y ella acordaron juntarse de nuevo, algo que parece infrecuente pero sucede. Al menos en su caso.
Otra pareja la forman Rubén y Alberto. Con sus respectivas esposas, María y Alba, formaban un tándem inseparable durante los primeros años. Pero con el tiempo surgió entre ellos dos una relación especial, que acabó en la cama. Rubén ya había tenido algún  escarceo previo, pero su colega de andanzas le flipaba. El día que descubrió que era un sentimiento mutuo cambió todo su mundo. Ambos se divorciaron —uno de ellos de manera amistosa, el otro no tanto— y en este momento, ambos con más de 50 años, llevan 20 compartiendo la vida.
En esa situación estaban también los treintañeros Óscar y Hugo, pero con la diferencia de que ellos no se divorciaron y mantenían una vida paralela. Combinaban sexo entre ambos y con otras parejas masculinas o la práctica del cruising (sexo entre desconocidos). Era divertido verlos a los dos pasear con sus familias —uno tiene dos hijos y otro 3— cualquier día por el centro de A Coruña, ciudad en la que viven.
En el sentido inverso, Marta y Luisa. La  primeria estaba casada desde había un par de años con Álex, pero un día decidieron tener sexo a 3 con Luisa, que formaba parte de su pandilla habitual.  Aquello funcionó durante un breve período, hasta que ellas dos notaron que no necesitaban al  machote para nada. Llegaron a un momento muy agradable y apostaron por verse al margen del  chaval. Se deshizo la pareja y Marta y Luisa estuvieron juntas un tiempo, hasta que Luisa conoció a Edu, por el que dejó a su chica. Marta lleva hoy 30 años casada con Tere.
Miles de personas mantienen dinámicas familiares aparentemente heteronormativas, pero las combinan con escapadas, relaciones más o menos estables, encuentros furtivos o viajes inconfesables. Algunas dan el paso para normalizar un situación sobrevenida y otras no, Y no es por valentía, sino porque en la vida hay cientos de cosas importantes y el sexo sólo es una de ellas. Historias e intrahistorias que se entrelazan en el océano de una hipocresía social muy extendida, como la que tan bien retrató Flauvert en su famosísima Madame Bobary.
Claro que también existen bisex que prueban aquí y allá sin implicarse en relaciones de pareja, matrimonios, familias o situaciones semejantes. Simplemente follan en cada momento con quien les apetece, sea hombre o mujer, por hablar en términos binarios.
Mirando desde la perspectiva del conflicto, puede que haya relaciones de pareja perfectas,  níveas, racionales, exentas de cualquier complicación, con caritas de protagonizar anuncios de seguros. Pero también las hay turbulentas, desafinadas, poliédricas, alternativas, agresivas, complejas… Si cada persona es un mundo, imaginad cada dos. Es consustancial que unas personas sufran más que otras, aunque lo normal sería no sufrir, también en las parejas.
Hay quien se siente bisexual en algún momento de su vida, pero después se decanta por una u otra opción. Un estudio indica que el 70% de las personas bi se definen como tal en distintos momentos de su vida, mientras que el resto acaba definiéndose homo o hetero.
De las personas bisex suele escucharse que su comportamiento sexual está relacionado con la autorrepresión, algo que sin duda puede suceder en algunos casos, pero no en general. La frase “Si eres bi, es que no te atreves a ser gay o lesbiana”, está llena prejuicios y resulta profundamente ofensiva. Una persona bisexual lo es porque le da la gana, donde quiera, cuando quiera y con quien quiera (o con quien se lo permita).
Esto es un texto periodístico, escrito por un periodista, no por un imaginativo escritor de relatos. Quiere decir que todas estas historias son reales y verdaderas. Lóxicamente, por respeto a la intimidad de las personas, asignamos falsos nombres propios. Todas son caras B. Historias de bisexuales. Gente que quizá no se suba a las carrozas, pero están ahí, te la encuentras a cada paso. Que ejercen o ejercieron ese hábito en sus evoluciones sexuales todo lo bien que supieron. Aventuras de las que poco se habla. Siempre son la gran ausencia.

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