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A los bien pensantes les preocupa que se vea una teta. Si son dos se arma la de Dios. Les preocupa tanto un pezón lechoso que lo prohiben. Las madres son esas mujercitas blancas de porcelana que Hitler, Franco y Mussolini ponían en un pedestal, porque eran las herramientas para poblar sus naciones y construir sus sueños. Lo mismo que hacen el fascismo obtuso de Abascal y sus secuaces católicos. A esta peña les preocupa tanto que una artista se vista de virgen puta o puta virgen que consiguen cancelar el espectáculo por ofenderles sus sentimientos religiosos.
Las vírgenes no pueden ser putas, ni las putas vírgenes está claro. Lo que no queda claro es que una virgen puede ser madre y parir a través de una vagina inmaculada. Eso sí que es un misterio que ni Dios se atreve a debatir. Lo mismo que nadie se explica que en una iglesia de Santiago de Compostela (no me pregunten en cuál, porque cada vez que pongo un pie en aquel laberinto de calles hermosas me pierdo en un taza de vino), haya una escultura de una virgen embarazada. De eso no se habla. Igual que no se habla de lo que está sucediendo en Españistán, con todo Cristo cediendo terreno a la burka cristiana que nos quiere imponer VOX. Igual que tampoco se habla de que en Afganistán los chalados talibanes, que odian a las mujeres tanto como a sí mismos, están tomando el país con la idea de reducir a las afganas a meros objetos sexuales y reproductivos.
Margaret Atwood ya los vio venir en 1985 cuando escribió The Handmaid’s Tale (El cuento de la criada). OJO: Lo que se está permitiendo que suceda en Afganistán es un feminicidio programado, que no parece ofender los sentimientos de nadie en la comunidad internacional. Como dijo hace unos días la activista Mahbooba Saraj, que forma parte de la red Afghan Women’s Network, la vida de los afganos se ha convertido en un tema de twitter y el mundo está mirando a ver qué va a pasar. Nos hemos convertido en meros espectadores, como esas buenas gentes apáticas que se quedaron observando, sin mover un dedo, a la jauría que persiguió y asesinó a golpes a Samuel en A Coruña. (De los que tampoco se habla, pues porque es un asunto feo que de entre decenas de coruñeses, solo dos senegaleses se jugaran la vida por salvar al chaval). O hacemos de público indolente como esos tipejos que en lugar de ayudar a un víctima de una violación en grupo se quedan mirando, sin participar, y así se sienten más nobles que los otros. Sin embargo, la señora Saraj se equivoca, porque hace unos días el mundo entero no twitteaba sobre Afganistán, sino que estaba boquiabierto, conmovido con las lágrimas de Messi.
Mientras que aquí volvimos a lo nuestro: santiguarnos ante la extrema derecha arrebatándole la libertad de expresión a una mujer. Lo que pronto también conseguirán sus acólitos, los degenerados del Talibán, a quién también les ofende que se vea una teta, una virgen puta o la puta virgen. Y ahora a twittear esto como Dios manda.
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