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De los mas de cien mil míticos militantes que dice tener el Partido Popular en Galicia -más de treinta mil activos, como les gusta recalcar a los prebostes de la organización- apenas un 4,7% se apuntaron para votar en las primarias para elegirle sucesor a nuestro llorado Mariano. Apenas 4.222 entre los populares gallegos satisfacían las dos condiciones de apuntarse y haber pagado las cuotas, incluso la tarifa plana de «20 euros y quedamos en paz». No sabemos si los otros 96.000 no quieren votar o simplemente no pagan o no quieren pagar las cuotas.
Galicia fue la que menos inscripción registró. En el resto del Estado la cosa mejora algo, pero poco. Apenas un 7,6% de los militantes populares se apuntaron. De nuevo no sabemos si el 93% restante no pagaba las cuotas o simplemente no quiere votar. Muchos cuartos deben haber circulado en el PP en estos años para que no les preocupase que menos de la mitad de sus militantes pagasen las cuotas. No era corrupción, amigas, era pura necesidad.
La teoría mas extendida dice que fueron los dirigentes del partido quienes desincentivaron a la militancia cuanto pudieron para poder controlar mejor el voto de sus territorios. Eso explicaría que, como por ejemplo, en Galicia sea Ourense la provincia con peores resultados. De resultar cierta la tesis, las grandes beneficiadas serían las candidatas que tienen más apoyos en el aparato, Soraya Sáenz de Santamaría y Dolores de Cospedal. Los analistas también han evaluado dónde se inscribieron más, destacando especialmente Madrid y Valencia, y apuntan a que eso beneficia a Pablo Casado, que se presenta, en modo Pedro Sánchez, como una especie de paladín de la militancia frente a la tiranía del aparato.
Pero todo son teorías. Lo único cierto a día de hoy es que los apenas cuatro mil doscientos votos de los militantes gallegos -el 6,3% del total de los inscritos- no van a decidir la presidencia del PP. Por eso no es de extrañar que Nuestro Alberto se haya quitado de en medio -y ya van dos veces- y se haya decantado por hacer de guía turístico mientras va recibiendo a los candidatos por orden de petición. ¿Para qué meterse en problemas, si total si gana el tuyo siempre va a pensar que no te lo debe y si pierde el tuyo además te creas un enemigo?
La conversación típica de semejantes visitas de Estado resulta bien fácil de imaginar. Solo tiene que recrear las conversaciones que seguro ha tenido alguna vez con ese cuñado de fuera o ese veraneante de la casa de al lado.
-¿Y dónde vamos a comer? Siempre que vengo a Galicia me llama la atención lo bien que se come aquí. ¡Qué bien vivís, cabrones! Lo único malo eres él tiempo.
-Te voy llevar al sitio donde se come el mejor marisco del mundo y el más barato. Solo lo conocemos los de aquí. Vas alucinar.
-¿Ves? Eso eres lo que no encuentras en Madrid. Lo auténtico, lo de verdad, lo nuestro. Oye, ¿Qué me llevo de recuerdo, un botafumeiro o una catedral de Santiago?
-Ya te consigo yo unos pins del Camino. Que tenemos cajas a rodar.
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