Galicia ausente

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Nunca como ahora Galicia había estado tan ausente en todos los grandes debates políticos en España. Es cierto que, durante años, los gallegos fuimos a rebufo de catalanes y vascos en cuanto se abría el gran melón territorial o lingüístico. De terceros, pero estábamos y a nadie se le ocurría hablar de nuevas competencias o derechos históricos sin citar a las tres nacionalidades recogidas en la Constitución. Y es que hasta en el 78 Galicia pesaba más que hoy.

Cataluña ha recorrido en estos meses su particular y traumático camino a una supuesta república independiente que, al final, la ha dejado de momento con menos autonomía que antes, y Euskadi espera con más paciencia su turno con un PNV que mueve como nadie las cuerdas de la negociación política exprimiendo al máximo la debilidad de Rajoy a la vez que saca la bandera soberanista pero sin romper ni vías unilaterales.

E mientras, ¿Galicia, qué? Nada. Silencio.

Casi todas las comunidades autónomas han reformado y actualizado en los últimos años sus estatutos, ampliando competencias y reforzando su autogobierno. ¿Y Galicia? Nada. No hay noticias.

Pocas veces se ha hablado tanto de la nación y de las naciones que forman España, pero Galicia no está presente en ese debate.

Y todo esto, ¿por qué? A mi juicio, por varias razones. La primeira, el PP de Galicia ha dejado de tener peso en la sede de Génova porque sólo está pendiente del salto a Madrid de Alberto Núñez Feijóo. El presidente de la Xunta lleva tanto tiempo preparándose y amagando en el trampolín que igual cuando decida tirarse ya non hay agua en la piscina. Así que el PP gallego es un encefalograma plano que lo último que quiere es importunar a Mariano. ¡Qué tiempos aquellos en los que Fraga clamaba por la Administración Única y Cuíña declaraba a Galicia en la frontera de la autodeterminación para desesperación de Romay y el resto del clan del birrete!

¡Qué tiempos aquellos en los que Fraga clamaba por la Administración Única y Cuíña declaraba a Galicia en la frontera de la autodeterminación!

El PSdeG-PSOE ni está ni se le espera. Ni Laxe ni Touriño tuvieron nunca en Madrid mucha influencia, pero ahora los socialistas gallegos son invisibles.

Por último, las Mareas sobreviven diluidas y divididas entre sí en un grupo, Unidos Podemos, en el que apenas tienen capacidad para marcar agenda gallega, y los de Ciudadanos aún están buscando en el GPS dónde está eso de Galicia.

La escasa visibilidad política de Galicia hace extrañar en el Congreso a los diputados y diputadas del BNG que metían la cabeza en todos los debates y que incluso tuvieron capacidad de negociación con el Gobierno en minoría de Zapatero.

En los años 80, cuando llegué a estudiar a la Complutense, me desesperaba con lo que costaba explicar en Madrid la importancia de nuestra historia, de nuestro idioma y de nuestra cultura. Para muchos, Galicia no era más que ese sitio verde tan «riquiño» junto al mar para pasar unas vacaciones y comer pulpo y percebes. Me da la impresión de que la situación no ha cambiado mucho y que incluso puede que estemos peor. Ahora Galicia es «Sangenjo», los incendios y esa ruta por la que Rajoy anda rápido como escapando de su propia sombra.

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