La lección universal de Castelao

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En su día fue un error la «vuelta» del Castelao difunto. La traída de los restos desde el cementerio de La Chacarita, en Buenos Aires. Su lugar era aquel último reposo del exilio, en el país donde fue acogido. Incluso para non ser olvidado. Hoy lo sabemos. ¿Dónde está enterrado Castelao? Mucha gente, joven y vieja, no lo sabe. Yace en el llamado Panteón de los Gallegos Ilustres, pero ese lugar está hoy custodiado por la Iglesia católica. La visita no es fácil, al contrario. Exige toda una tramitación de la que Castelao podría hacer una obra cómica mirando desde el Más Allá con un ojo de vidrio.

Castelao, como Rosalía, están encerrados bajo llave clerical. Un lugar como ese no debería ser un espacio triste. Fue pensado para honrar y avivar la memoria, como un almeiro de encuentro entre generaciones. Un libro abierto y no un mamotreto, un libro sepulcral. Pero la realidad es que para hacer un acto en honra de los que están allí…¡Hay que pedir permiso al arzobispado de Compostela!

El ataúd de Castelo en la cuesta de Bonaval de camino al Panteón de Gallegos Ilustres.

Esto viene a cuento, en parte, por la polémica sobre el cuadro La última lección del maestro. Es de celebrar que viaje a Galicia para ser expuesto durante un tiempo. Ya se debatió mucho sobre la pertenencia  y soy de los que piensa que esa obra estremecedora, esa muestra de luto universal, denuncia del crimen de lesa humanidad, está en el lugar de Galicia donde debe estar: el de la diáspora, la patria portátil del exilio y la emigración.

Pero es una suerte que viaje, cómo no, a la Galicia territorial. Lo que ya no entiendo es que esa exposicón esté limitada a Gaiás, en la desafortunada Ciudad de la Cultura. Es una autolimitación absurda por parte de la Xunta. No es un lugar precisamente sugerente, ni en el aspecto práctico ni en el simbólico. En fin, qué ayude la obra maestra a construir un poco semejante deconstrucción. Pero La última lección del maestro debería recorrer y ser expuesta en los principales museos de las ciudades gallegas, comenzando por el de Pontevedra. Y que esas generaciones que tienen dificultado el libre acceso del Panteón de Gallegos Ilustres puedan encontrarse ante ese silencioso grito universal que pintó Castelao.

 

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