RURALÍZATE TÚ

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El objetivo de las campañas publicitarias es la seducción. El encantar a quien mira o escucha. Atrapar a la gente por los sentidos.  Pero hay una excepción. La campaña Ruralízate, impulsada por la Xunta de Galicia. El mejor boomerang de Occidente. La intención parece ser la de provocar una gran escapada.

A quien todavía quede en el campo, el Ruralízate lo va a convencer de que está en el lugar equivocado, en el centro absoluto del abandono, y de que debe largarse cuanto antes. Y a quien pensara cambiar la vida con un retorno a la tierra, el Ruralízate lo sitúa en un estado de shock como el que hizo decir a Alphonse Daudet en La tierra del dolor: «Esos caminos no sugieren otra idea que la huída».

No es un problema de diseño, sino de quien tramó, aprobó y lanzó la campaña. El responsable político que tomó estas decisiones, ¿en qué estaba pensando? Desde luego, no en «ruralizarse» el. El «rural» es, en la práctica, una palabra de catadura tecnócrata y con una distancia dentaria en la semántica urbana. En Galicia, nadie, absolutamente nadie, en el campo o en la ciudad, pronuncia con sentimiento el término «rural». La gente vive en el campo o en la tierra. Nunca nadie dijo: «¡Voy a ruralizarme!». No se entendería como un proyecto de vida, sino como un proyecto de chiste. Como quien dice: «Voy a llevar a pacer la bicicleta».

La imagen que ilustra la campaña nos sitúa en esa duda de si detrás de la campaña hay simple ignorancia o una ocurrencia humorística de un infiltrado del Grupo Surrealista Galego. El utópico espacio rural se presenta como un lugar libre de automóviles. Esa tópica confusión entre campo y paisaje bucólico no la compra hoy ni el escolar más despistado de una Galiña Azul. Si en algún sitio hace falta un coche es en el campo, llámale rueiro, lugar, vilar o aldea. ¿Dije un coche? ¡Un parque móvil! Y si es Audi, pues mejor. Agárrate bien en las curvas. Para escapar.

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