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La estrategia se reproduce en todos los conflictos. De Birmania a Sudán del Sur. Atacar a las mujeres es atacar a la sociedad en su conjunto, pues son ellas el sustento familiar. Más allá de las cifras, en Congo la violencia sexual es un problema estructural. Empezó siendo un arma de guerra, pero hoy son tan frecuentes las violaciones que ya nadie distingue la razones detrás de ellas.
En los siete meses que Amanda Martínez pasó como cooperante de Farmamundi en Butembo, en el norte del Congo, fue testigo de los horrores que provoca la violencia contra las mujeres. De las violaciones a niñas de apenas dos años, o a ancianas de casi 70, pero también del estigma que recae sobre ellas y que, a diferencia de las heridas, tiene más difícil curación. Antes de desplazarse a Galicia para participar en el seminario «Patentes, medicinas y acceso a salud: Existe la igualdad de género» que se celebra en Santiago de Compostela del 26 al 28 de este mes, atiende a Luzes para hablar de la tragedia de la violencia pero también de la esperanza de quien trabaja para ponerle freno.
¿A qué se deben estas cifras desmesuradas de violencia sexual en Congo? La violencia sexual es una consecuencia de cómo se ve a la mujer allí, de su papel en la sociedad. Ellas hacen todos los trabajos, tanto productivos como reproductivos: son las que arreglan la casa y cuidan de los hijos, las que van a por leña o las que se encargan de ir a vender al mercado. Pero aún así son los hombres los que controlan el dinero. La última palabra sobre qué se hace con el dinero es de los hombres.
¿Ellos a qué se dedican? Por lo general, en una familia en Butembo el hombre participa a nivel comunitario. Cuando hay cualquier incidente en la aldea el hombre puede pasar el día en eso, mientras la mujer hace todo el resto. Algunos hacen trabajos de ganadería, especialmente los chavales jóvenes. Eso sí, en el entorno urbano la situación es diferente.
Si una cría es violada, sus hermanos, padres o incluso sus maridos las pueden dejar fuera de casa, por lo que tratan de que nadie lo sepa
¿Pero son ellas las que llevan el peso familiar? Lo que ocurre es que están poco visibilizadas. Son las últimas que hablan o que deciden sobre la economía familiar y como consecuencia de eso todas las agresiones y vulneraciones de sus derechos quedan invisibilizadas para la sociedad. Incluso se tapan adrede. Si una cría es violada, sus hermanos mayores, sus padres o incluso sus maridos las pueden dejar fuera de casa, por lo que las mujeres tratan de que nadie lo sepa, para evitar ser repudiadas por la comunidad.
¿Por qué está respuesta por parte de la sociedad? Por estigma. Hay muy poca compresión.
¿Cómo se trabaja contra esta realidad? En los hospitales en los que trabaja Farmamundi en Congo uno de los ejes es la psicoterapia familiar y la reintegración a nivel comunitario. Hay un equipo de médicos, enfermeros y psicólogos que hacen ese trabajo, que cada vez es más conocido, así que cuando una persona es violada en una comunidad la derivan directamente a estos hospitales. Allí se le hacen pruebas de laboratorio, médicas… A veces la agresión fue tan fuerte que tienen que meterla directamente en quirófano. Cuando se va recuperando a nivel físico entran en el programa de acompañamiento psicológico. Hay también un gabinete de apoyo, formado por mujeres juristas, por si quieren denunciar lo que ocurrió. Algunas no lo hacen porque no quieren problemas con sus maridos ni con su familia, pero otras sí se atreven a dar el paso.
¿Y funciona? No, no funciona nada. Hay un nivel de corrupción increíble. Sólo el 1% de los casos llega a ser de verdad juzgado. El resto, alguien paga un dinero y el dossier desaparece. En los casos de menores, como tiene que participar la familia, los padres arreglan entre ellos: se paga algo o incluso los casan.
¿Muchas de estas agresiones tienen a niñas como víctimas? Hay auténticas barbaridades: ¡incluso niñas de dos años! La media está entre los 15 y 25 años, donde se concentra el 70% de los casos, pero también los hay de señoras de incluso 70 años y de crías. Hay también violaciones a varones, igual sólo un 2%, pero también hay casos y son más estigmatizados aún.
¿La violencia sexual es un arma de guerra en Congo? La de Congo es una crisis olvidada que lleva con mucho tiempo ahí. Inicialmente el perfil del agresor era de grupo armado, de guerrillas que entran en un poblado y agreden a las mujeres. Como más se desestructura a una sociedad es atacando a la mujer, porque son ellas las que se encargan de la mayoría de las actividades. Atacando a las mujeres estás afectando a la sociedad entera. Siguen usándolas como campo de batalla. La mujer es el campo de batalla. Lo que pasa es que en los últimos tiempos cada vez hay más agresores «civiles», un cambio progresivo pero que se está viendo. Es tal la invisibilización de la mujer que familiares o gente de la propia familia comete las agresiones. El hecho de que se naturalice tanto la violación es aún más preocupante. Estamos hablando de que cada mes llegaban a nosotros entre 15 y 20 casos de violación.
Como más se desestructura a una sociedad es atacando a la mujer, porque son ellas las que se encargan de la mayoría de las actividades
¿Es posible lograr la recuperación psicológica de las víctimas? El apoyo de las familias es muy importante. Es difícil, pero siempre es más fácil que si tienes el rechazo de la familia y del núcleo comunitario. Para lograr la reinserción tenemos los llamados «kits de reintegración»: si una mujer es violada y lo cuenta, pode que sea marginada, pero si llega con una cabra la familia ya encara la situación de otro modo. Suena duro, pero esa cabra le va a servir para tener unos ingresos y para ser aceptada en la comunidad.
¿La violencia sexual está ayudando a la expansión del VIH? El VIH de las mujeres en la región triplica al de los hombres, aunque es verdad que son ellas las que se hacen las pruebas mayoritariamente. Para que un hombre vaya a hacerse la prueba… Ellos tienen mucho orgullo y si por algún motivo están enfermos es porque la mujer les pasó algo. Cuando las mujeres son agredidas, si el ataque fue en un intervalo inferior a 72 horas se les aplica el programa de profilaxis post-exposición que incluye tratamiento antiretroviral y antibiótico para otras enfermedades de transmisión sexual. El objetivo es la detección precoz, porque el trauma de la violación está ahí, pero si además viene acompañado de una enfermedad como el VIH es muy complicado.
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