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Acaba de ocurrir otra vez. Esta vez con un menor. Una agresión homófoba, en la que son unos menores los protagonistas (no hay excusa de que «son de otra época»). Esta vez, en Cartagena. Ya es suficiente.
La tercera ley de Newton nos lo deja muy claro. Una acción deriva en una reacción de igual proporción, de forma contraria. En el plano social esto suele ser así, pero en el colectivo LGTBI —o en otras minorías—nos faltan herramientas para que esto ocurra.
Cuando una víctima acaba en el hospital, la única opción es denunciar. Pero, lamentablemente, seguimos sin disponer de leyes efectivas que hagan que la reacción sea proporcionada al daño causado.
Una víctima de estas atrocidades queda marcada. Marcada de por vida. Con miedo a salir a la calle, a interactuar y a que vuelva a pasar. Es una paliza por el hecho de existir. No hay que buscar si «se le contestó» al agresor, o «qué estaba haciendo» la víctima en el momento. Es un odio irracional que hay que erradicar. Porque ninguna reacción de una víctima de una paliza está siguiendo la racionalidad de una teoría física descrita por este gran pensador. Acabar en el hospital no es una reacción, es una desgracia que puede derivar en una muerte.
Apliquemos, pues, la razón; para que todo el odio y todas las víctimas tengan su justicia asegurada. No se puede dar a unos el derecho a su integridad física en cualquier lugar y a otros no. En un parque, en una calle a oscuras, en un bar de mala muerte, en un hotel de cinco estrellas o en una fiesta privada en la Gran Vía; todos deberíamos de tener derecho a ella. Que se imponga la acción de respetar por derecho. Y si no, que haya reacciones de todos los agentes implicados (fuerzas de seguridad, judicial, sanitarios, profesores…) que ayuden a que la reacción general de esta sociedad sea de repulsa total ante estos acontecimientos.
Reaccionemos todos ya!
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