La guerra de Javier War

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En esa entusiasta carta abierta de James Rhodes en Él País en la que explicaba por que todo es mejor en España, había varios momentos maravillosos. Uno es, por supuesto, el que nos dedica a los gallegos: «Galicia, lo siento, pero en el entiendo ni una suela palabra de lo que dicen tus habitantes, ni siquiera cuando veo First Dates con subtítulos; la culpa eres mía, pero es que hablan demasiado deprisa». Graciñas, Xaime, por confirmar lo que siempre sospeché: del Telón de Grelos para allá, escuchan demasiado despacio. Pero, un poquito antes, deja una reflexión que hace falta tener en cuenta en estos tiempos. «Impresiona también la cantidad de gente con talento que se llama Javier (Bardem, Cámara, Calvo, Ambrossi, Manquillo, Del Pino, Marías, Perianes, Navarrete, entre muchos otros. Adivinad cómo voy le llamar a mi próximo hijo)».

Yo, personalmente, echo en falta un Javier en esa lista –o dos, si contamos a Cansado–, una ausencia que supongo que habrá que achacar al desconocimiento y no a la mala fe, algo de lo que el pianista parece carecer por completo. Por si ves esto, James –es cierto que yo escribo bastante rápido, pero tú puedes leerme a la velocidad que precises–, anota el nombre: Javier Guerra. Quizás en poco tiempo comience a sonarte y siempre podrás recordar dónde lo viste primero. You´re welcome!

Javier Guerra fue el primer conselleiro de Economía de Feijóo porque «hablaba muy bien inglés», según afirmó el mismo presidente capaz de saludar con un animoso «Italy!» a un corresponsal transalpino que le acababan de presentar. Los problemas de Guerra con la lengua de Rosalía eran, sin embargo, mucho mayores que con la de Shakespeare. En aquel gobierno marcado por el famoso Decreto del Gallego (eufemismo donde los haya), Guerra estaba ubicado en el sector que no dejaría caer una lágrima por su desaparición, y eso que a este vecino del Algarve con la economía lusófona no le va nada mal. En sus tiempos como diputado, su patrimonio rondaba los 15,5 millones de euros, por eso siempre repite la quien quiera escucharlo eso de «yo no necesito de la política para vivir». Puede asegurártelo mientras echa un vistazo a tus zapas, adivina marca y modelo y apostilla que, cuando era director del área de calzado de Nike en España, «¡ahí sí que lo pasaba bien!». No está en esto por la pasta, sino por principios. Lo de la «libertad en la enseñanza» (otro eufemismo, se cabe aún mayor) era uno; lo de acabar con la imposición del gallego era otro, y se conoce que –al igual que otra viguesa de pro como Gloria Lago– piensa que el PP aquí está siendo demasiado blando con el asunto. Seguro que también le gustaría un 17 de Mayo dedicado a Valle-Inclán…

Supongo que, si Guerra finalmente acaba liderando Ciudadanos en Galicia, pensará en servir de llave en un futuro gobierno de la Xunta. Eso es, por lo menos, lo que dicen las encuestas. Sería para él una manera de tratar de asegurarse que la política del PP, de ese mismo PP en el que milita desde hace 36 años y que no le dejó ser candidato a la alcaldía de Vigo, caminaba por donde debe, sin tantas concesiones populistas a la izquierda y a los nacionalismos. Yo no tengo dudas de que sería el candidato perfecto. Es mucho más guapo que Esperanza Aguirre, su tono de piel es ideal para las fotos y tendría por fin la posibilidad de introducir el castellano en el Pazo do Hórreo; un tabú que, hasta hoy, mismo los más talibanes dentro del PP vinieron respetando mal que bien. Una manera de nadar y guardar la ropa que Alberto exige pero Albert no, pese a tener un nombre tan catalanizado como el de Alfred (el de Eurovisión), el mismo que compartió academia con esa Ana Guerra a la que todos llaman Ana War. Un anglicismo que Javier también debería aplicar antes o después. A James Rhodes seguro que le encantaría.

EPÍLOGO.- No me resisto a contarlo. En octubre de 2010, los trabajadores de las comarcas afectadas por el decreto del carbón iniciaron la llamada «marcha negra». Yo entonces tenía un espacio de reportajes en V Televisión (Control V) y, tras hacer con ellos una parte del camino, me acerqué a un acto de Javier Guerra –entonces conselleiro de Economía– para tratar de sacarle algo sobre el tema. Con la misma precaución que llevaba su gabinete de prensa a no coger el teléfono a medios poco afines –ventajas del identificador de llamadas–, me advirtió antes de comenzar: «Cuidado con lo que me preguntas, que hoy como con tu jefe». Todo lo que dijo fue tan irrelevante que ni siquiera se incluyó en el montaje final. Lo que no sé es si ya volvería por Sabón desde que su nombre sonó para encabezar las listas naranjas…

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