Cochefobia

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Cochefobia: dícese de la manía persecutoria que la «malvada» Manuela Carmena y los suyos le tienen al coche. En su aquelarre opositor que no conoce límites, la derecha madrileña ha aportado este novedoso concepto a la política nacional. Eso además de decir sin morirse de vergüenza que Madrid es el nuevo gueto de Varsovia o que Carmena está levantando otro muro de Berlín.

Madrid se ha embarcado en un proyecto tan sensato como necesario: reducir el número de coches que cruza a diario el centro de la ciudad poniendo en riesgo la salud de los ciudadanos. Europa y el sentido común exigen reducir la contaminación y cuanto antes.

Estas medidas siempre son complicadas, crean mucha incertidumbre y plantean un rosario de problemas que hay que ir resolviendo sobre la marcha. Sin duda, el Ayuntamiento ha estado lento a la hora de informar y hay muchas medidas pendientes pero el comienzo no ha podido ser más positivo: los coches han desaparecido del centro sin colapsar el resto de la ciudad; al menos los primeros días.

Meterse en este fregado en vísperas de las Navidades y a pocos meses de las municipales de mayo era una apuesta de riesgo, pero en este caso Carmena ha sido valiente, aunque habrá quien piense que más bien está siendo muy osada.

La restricción del tráfico y las peatonalizaciones son siempre procesos muy sensibles: los comerciantes y empresarios creen que van a perder clientes y la gente se cabrea cuando no puede llegar con el coche hasta la puerta del colegio, el restaurante o el cine.

Esta vez, los gallegos le llevamos mucha ventaja a los de la capital y estos días, los que vivimos en Madrid no paramos de sacar pecho con lo que ya se ha hecho en el Noroeste.

Las experiencias de Santiago y Pontevedra demuestran que al final estos proyectos funcionan y no tienen marcha atrás. En Compostela fue el alcalde Xerardo Estévez quien peatonalizó en los años 90 el casco histórico de la capital gallega en medio de numerosas protestas; Estévez mantuvo el plan y acabó ganando la batalla y a nadie se le ocurre ahora volver a poner coches por las rúas. Algo similar hizo en Pontevedra, Miguel Fernández Lores quien ha transformado la ciudad y sigue gobernando.

Por presumir, los de Vigo hasta presumimos de otro ejemplo más pequeño pero que conocemos bien y que ha cambiado por completo una zona de la ciudad; la calle Urzáiz en O Calvario era un infierno de coches camino del centro; el alcalde Lois Castrillo impulsó la peatonalización de apenas 500 metros y desde hace 15 años, es un oasis de paseo y encuentro de los vecinos entre el mercado, la farmacia y el bar. Sencilla pero excelente calidad de vida en el barrio.

El éxito de Madrid Central sería fundamental para que el ejemplo se extienda por todo el país. Va a haber mucho ruido porque hay mucha gente interesada en que el proyecto fracase, pero los ciudadanos nos jugamos la salud y el futuro de nuestras ciudades.

 

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