La empanada

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Aquel sábado, hacia el final de la tarde, recibía el mensaje de un amigo sugiriendo ir a comer al monte Aloia al día siguiente. “Con familia, pelotas y cerveza”, concretaba. Animado, le hice la pregunta: “¿Qué llevo?”. “LLeva una empanada”, me dijo. A esas horas, las panaderías ya habían cerrado. Una empanada. Corrí decidido hasta el Carrefour y busqué la sección correspondiente. Sólo encontré una de bonito, desplazada. Me compadecí de nuestros esófagos. Ya en la caja, reparé en el envoltorio del producto. En la bolsa de papel se presumía de la autenticidad de la empanada: “Más gallega que la indecisión”.

Durante la comida, me atreví a probar la última porción de mi aportación a aquel picnic y, justo ahí, la empanada con sabor a tapa de bolígrafo, al tiempo que releía la frase de la bolsa de papel, hizo en mi el mismo efecto cursi y envolvente que la magdalena en Proust: empecé a recordar todos los momentos en los que la sintaxis de Rajoy potenciaba el estereotipo de la indecisión gallega. El mito de la escalera nunca fue tan potente como desde hace seis años. Una legislatura y pico así.

Aquí jugamos al futbito con equipajes patrocinadas por puticlubs. Registramos a Franco en Ferrol. Esnifamos licor café. Votamos a Fraga tantas veces y, sin pensar en las consecuencias, salimos a apagar fuegos y a descontaminar playas

“Mariano Rajoy tiene fama de ser muy gallego, pero luego conociéndolo bien, es una persona más normal de lo que la gente cree”. Cuando el presidente del BBVA, Francisco González, respondía así a una pregunta de una redactora de XLSemanal lo hacía sonriendo, entre paréntesis. Fue en junio de hace cuatro años. Francisco González también es un tipo lógico y normal, igual que el expresidente, a pesar de ser de Chantada.

Durante la comparecencia de Rajoy como testigo en el juicio de la trama Gürtel, el abogado Benítez de Lugo se quejaba de que el popular le respondiense de un modo “muy gallego” cuando le explicaba que un viaje a Canarias lo había pagado su partido “hasta donde yo sé”. “La respuesta debe ser muy gallega, porque no puede ser riojana”, le respondió Rajoy.

“Indecisión”, comentan con total ligereza. Aquí jugamos al futbito con equipajes patrocinadas por puticlubs. Registramos a Franco en Ferrol. Esnifamos licor café. Votamos a Fraga tantas veces. Y el tópico de la escalera es usado hasta aburrir para definir a los que vivimos en una esquina como esta en la que, sin pensar en las consecuencias, salimos a apagar fuegos con capachos y a descontaminar playas con las uñas. Sin meditarlo.

Feijóo decide non pelear por la presidencia del PP y Rajoy vuelve a su puesto de funcionario, en mangas de camisa. La decisión de Feijóo lo libera de ser candidato y de tener que explicarle a la prensa estranjera por qué un posible presidente del Gobierno sale en unas fotos con un narco; la de Rajoy, aumenta su insultante pinta de tipo normal. Tan gallego.

Funcionario en Santa Pola, Alicante, con lo insólitas que deben de ser allí las empanadas. Para que luego digan.

No nos comprenden, no. 

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