Ni tutelas ni tutías

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El siempre expresivo portavoz del PP, Rafael Hernando reconocía el otro día que desde que él entró en el partido como concejal en 1983, o sea, desde hace 35 años esta es la primera vez que se enfrentan a un proceso de sucesión sin tutelas.

Hasta ahora, el Mesías del PP indicaba el camino y todos iban detrás sin protestar. Por eso, estos días el desconcierto es el estado natural en un partido en el que Rajoy no lo ha dejado todo atado y bien atado.

La verdad es que las sucesiones en el PP siempre han sido llamativas. La primera en el verano del 89 en el mítico chalet de Perbes, todavía entonces muy afectado por un atentado del Exército Guerrilleiro. Allí estaba don Manuel quien, tras su baño matinal diario en el Atlántico, hiciera sol o lloviera, recibió al alto mando del partido en el salón de la casa para decidir quién iba a coger su relevo ya que él había decidido retirarse a Galicia.

Todos apostaban por el joven Aznar, menos Fraga que manejaba la sorprendente propuesta de Isabel Tocino, seguramente buscando la Thatcher española. Nunca sabremos qué resultados hubiera tenido, pero hubiera sido una adelantada a su tiempo porque 30 años después ninguna mujer ha ocupado aún la presidencia de alguno de los grandes partidos españoles.

Rajoy no ha dejado ninguna indicación en el libro de instrucciones y el que se suponía que era su relevo natural se ha quedado en Galicia a esperar un tren que tal vez ya no vuelva a pasar

El Congreso que consagró el aznarismo nos dejó para la historia la famosa carta que Fraga rompió delante de las cámaras proclamando que en el PP «no hay tutelas ni hay tutías».

Aznar presidió el PP con mano de hierro durante 14 años y, como hizo Fraga, reunió también a la cúpula del PP para comunicarles su decisión. Fraga tenía una propuesta, pero se dejó convencer de otra. Aznar por supuesto impuso la suya sin discusión.

Los favoritos en 2003 eran Rato o Mayor Oreja, pero el elegido finalmente fue Mariano Rajoy; el registrador de la propiedad que había pasado por varios ministerios sin hacer ruido ni dejar huella, sin crearse enemigos ni hacerse un equipo propio, mas allá del clan de amigos de toda la vida de Pontevedra.

A Aznar le preguntaron este pasado fin de semana en El Mundo qué virtudes vio en Rajoy y su respuesta no puede ser más reveladora: era el que tenía menos inconvenientes en aquel momento.

Rajoy ha decidido ahora romper con la tradición. Su salida del Gobierno y del partido ha sido tan brusca que la gente del PP sigue en shock. No ha dejado ninguna indicación en el libro de instrucciones y el que se suponía que era su relevo natural se ha quedado en Galicia a esperar un tren que tal vez ya no vuelva a pasar.

Y así están, Soraya, Cospedal y Casado haciéndose selfis por toda España improvisando unas primarias después de haberse pasado años mofándose de las del PSOE. Hasta produce ternura verles aparentando ser ciudadanos de a pie, cogiendo el AVE muy temprano para encontrarse con unos militantes que hasta ahora solo habían sido extras en los mítines.

Mientras tanto, Rajoy se ha ido a Santa Pola, a su ganada y bien pagada plaza de registrador y a ver tan tranquilo los partidos del Mundial. Su mayor preocupación ahora mismo, según contaba Manuel Jabois este domingo en El País, es que Hierro no saca a Iago Aspas y en esto último el expresidente nos tiene a muchos de su lado.

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