La sanidad solita

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Después de la masiva manifestación en defensa de la sanidad pública del domingo 4 de febrero  Pedro Puy, el portavoz Popular, anunció que estaban deseando tener un debate con cifras y datos encima de la mesa sobre la reforma de la Ley de la Sanidad de Galicia. Hoy seguimos esperando y no tiene pinta de que ese debate serio y a fondo vaya a suceder mañana. La derecha siempre se calienta y amenaza con callarte la boca con números y datos si le llevas la contraria, pero luego le pasa el arrebato, recuerdan que no les cuadran las cuentas y, en vez de machacarte con los números como habían prometido, te echan a la cabeza argumentos tan trabajados como que estás haciendo política con la sanidad; como si ellos hubieran estado haciendo filloas o arte y ensayo.

Por suerte para eso estamos nosotros, la prensa libre; para iluminar con números el debate y no solo repetir como loros lo que dicen unos y otros. Lo primero que nos repiten es que gastamos mucho en sanidad y ese gasto es insostenible. Pero los datos dicen otra cosa. Andamos por el 10% del PIB, nuestro gasto en sanidad está en la media de los países con los que nos gusta compararnos, como Alemania o Reino Unido, e incluso por debajo de potencias como los Estados Unidos y países igual de envejecidos que nosotros como Italia (12% del PIB). Decir que invertir en sanidad uno de cada diez euros del gasto total no es sostenible es lo verdaderamente insostenible.
Lo segundo que nos cuentan es que hay que buscar modelo de gestión mas eficiente y apostar por las fórmulas privadas o de colaboración con la privada, porque lo privado es más eficiente. Pero los datos tampoco les dan la razón. Son, justo aquellos países donde dominan esa fórmulas los que más gastan y peor sanidad tienen. El caso de EE.UU., el paraíso de los seguros médicos, resulta paradigmático: gastan casi el doble que nosotros (18% de su PIB) y sus indicadores sanitarios son un desastre.
También nos cuentan que se hace para ahorrar costes de gestión. Pero lo cierto es que no se ahorra reduciendo áreas sanitarias y concentrando especialidades. Sólo se le transfieren los costes a los usuarios que tienen que desplazarse y pagar con sus cuartos y su tiempo por ser atendidos en peores condiciones.
Con la excusa de la crisis aquí nos han hecho afrontar dos rescates a cuenta de nuestros impuestos y de las políticas de recortes y sufrimiento masivo: el rescate de la banca, que es el más famoso, y el más discreto y encubierto rescate de una sanidad privada que, a pesar de todas las ayudas, conciertos y beneficios fiscales, se ha probado incapaz de ampliar sus mercados tirando por lo alto del 2% del gasto que siempre ha tenido. La razón es simple: es más cara y es peor que la pública y la gente lo sabe: siete de cada diez usuarios escogen un centro público antes que uno privado para la atención primaria, la atención hospitalaria o las urgencias (Datos CIS 2014). La sanidad pública golea sistemáticamente a la privada en todos los indicadores de calidad médica y asistencial, la privada sólo gana como servicio de hostelería
Para salvar el negocio de la banca privada acabaron con las cajas. Para salvar el negocio de la sanidad personal se está hipotecando la sanidad pública. Esta película ya la hemos visto. La llevamos viendo desde que comenzó la Gran Recesión. Esta ley responde a una estrategia y sigue un modelo de desgaste de lo público: deteriorar, descapitalizar y finalmente desmantelar un servicio público para asegurar la demanda y los ingresos de los proveedores privados.
Se deteriora el servicio sanitario reduciendo áreas y especialidades, se descapitaliza apostando por la precariedad y el fetichismo del déficit antes que por la calidad y finalmente se desmantela concertando con la privada antes que dotar de recursos y personal a la pública. Es cierto que esta ley no va a privatizar la sanidad pública mañana, pero lo ponen mas fácil para que se haga cuando toque.
Si la oposición hubiera dedicado a la sanidad la mitad de la tralla que lleva dado con la estéril transferencia de la autopista AP-9 o con sus líos internos, a lo mejor no tenía que haber esperado a la manifestación del domingo para enterarse de lo que bien sabemos sus usuarios: que la sanidad gallega está bajo asedio y con el enemigo dentro. Desde que comenzó la crisis Nuestro Alberto le aplica a la sanidad pública gallega una política de la tierra quemada: arrasar y echar sal para que no pueda crecer nada cuando se vayan. Y como en el cantar que recuerda a aquella María que quemaron por bruja «Ay que solita quedaste, sanidad pública, sanidad solita».

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