Carta a mi marica vieja

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Querida marica mayor, no te alteres por lo de marica. Sabes que entre nosotros podemos llamarnos maricas. Incluso es posible que no lo sepas, porque pillaste algo tarde el tren del empoderamiento. Son cosas que se van aprendiendo por el camino, neutralizando la idiotez y toreando la mala intención.

Hoy estás solo en casa, tú, que eres de tanto salir, ver e imaginar, de quedarte absorto en el interior de tu intimidad comprobando cómo ahora todo es más fácil. Imaginando cómo disfrutarías si tuvieses 20 años. Tú que has nacido al principio de los 40, tras la losa de hormigón armado que se interpuso entre tu país y la civilización, esa permanente oscuridad del Cara al Sol, del Montañas Nevadas, el altísimo nombre de Dios, el generalísimo de todos los ejércitos, del plomo en las espaldas de los vencidos.

Tú que has ido llevando tu homosexualidad sin hablar de ella, conviviendo con Esteso y Pajares, compaginando tus simpatías comunistas y tus compromisos sindicales con los Pactos de la Moncloa y el desencanto político. Tú que también situaste el sueño liberador en la república de los deseos, que te desarmaste contagiado por el nuevo espíritu de la armonía social, ese experimento que tuvimos que comprar desde lo principio de los 80.

Escuché a tu lado, aunque ambos con 20 años de diferencia, los ecos de Stonewall, de la bandera del arco iris, que fue poco a poco haciéndose más y más nuestra, de los diferentes, de los inadaptados, de quienes necesitábamos esforzarnos por encontrar el camino más honesto con nuestras vidas contra la lógica de la inercia, contra el catolicismo, el puritanismo, el machismo, el concepto cristiano de la familia, la educación, la larga noche de piedra.

Hemos visto juntos caer a tantos y tantos amigos vencidos por otra pandemia terrible. El Sida cabrón que segaba vidas sin preguntar, sin explicarse. Únicamente merendaba personas enteras, convirtiéndolas en nada. Y si no mataba, estigmatizaba, señalaba con el dedo a través de las tremendas marcas faciales de los primeros tratamientos. Y algunos continuamos el camino agradecidos de que el bicho no se hubiese fijado en nosotros durante esa tómbola cruel.

Almodóvar, Jordi Petit, Boti García, Mili Hernández y Berkana, Jesús Vázquez, Gurruchaga o tantas y tantos personajes públicos que ayudaron a visibilizar, a normalizar. Zerolo y Antonelli y la revista Zero abriéndose paso entre la caspa y el tradicionalismo posfranquista, destapando militares, curas, intentándolo con futbolistas, sin conseguirlo. Comprobábamos en lo político que a la izquierda de todo siempre había voces amigas, siempre banderas rojas, amables, manos abiertas para reforzar nuestra autoestima. Una energía que desembocó, ya en el siglo XXI, en la conquista formal de la mayoría de los derechos.

 

Mirábamos, sentados cerca de cualquier acantilado, el ambiente bakala, el nacimiento del mundo bear, la desprejuización del sadomasoquismo y otras prácticas, la nueva religión del músculo, el desarrollo de Chueca como concepto liberador y su regresión al sesgo limitador y clasista que es ya desde hace años. También el empoderamiento lésbico, la visibilidad trans, la saludable desconfiguración de los géneros, la perseguida libertad absoluta de elección del aspecto y la personalidad.

 

Te hablé tanto de cosas a las que tú ya no llegaste… cosas que fueron yendo a más gracias a los primeros pasos que habéis dado los de tu generación, resistiendo y navegando por océanos duros e inciertos, mares de incomprensión y dificultad. Las noches de sexo, las saunas, los paraísos del sexo desprejuiciado, los clubes de fetichismo, la música techno, las peregrinaciones a Londres o Berlín. De los bares nudistas ya en Madrid o Barcelona, el turismo gay, los cruceros, las excursiones a Bruselas para La Demence o a Berlín para Panorama, o para la mítica quedada leather en semana santa. Las primeras Into the thank, esos paraísos oscuros de felicidad sexual.

El extremo capitalismo rosa. Hoteles para maricas, enotecas para maricas, perfumes para maricas, ropa para maricas.

Te he hablado, recordando tus porros felices de los 70 y los 80, sobre las estúpidas drogas de diseño, o la costumbre de joder con poppers, que medio nos convenirte en máquinas de sexo, sustituyendo el erotismo preliminar. El ocaso de aquellas primeras fiestas de sexo libre, sanas y divertidas, que fueron dando paso a los macroespectáculos para bailar, drogarse, desear y mirar, como si la noche quisiese volver al puritanismo romántico. El extremo capitalismo rosa. Hoteles para maricas, enotecas para maricas, perfumes para maricas, ropa para maricas.

Te he ido contando como recuperábamos los viajes a Sitges, a Torremolinos, a Maspalomas. Seguimos conectados a Porto, a Lisboa, a París y a sus tranquilas vidas gay, en contraste con las más activas de Bilbao, Sevilla o Valencia. O por supuesto, las minúsculas pero divertidas noches de las ciudades de Galicia, desde el Vigo lleno de portus hasta el postureo coruñés heredero de aquel legendario paraíso del cruising portuario que los más jóvenes ya no recuerdan.

Viste extrañado y secretamente maravillado cómo la gente liga por teléfono, cómo se construyen amistades efímeras o duraderas a través de una app

Y hablando de cruising, ese follar con desconocidos tan saludable y liberador al que nunca quisiste entregarte. Decías por miedo al Sida, pero yo sabía que era porque ya te veías cansado, ya compartías esa apatía de haber nacido un poco antes de lo que hubieses deseado, un dato que siempre te marcó.

Viste extrañado y secretamente maravillado cómo la gente liga por teléfono, cómo se construyen amistades efímeras o duraderas a través de una app. Hace poco todavía te contaba que ya están un poco en decadencia, vencidas por la masificación y el jugueteo estúpido de los inconscientes, si bien aún dan algo de sí.

Estos meses que os hurtaron, como durante aquellos años, los mejores de vuestras vidas, os robaron la dignidad, el amor y el bienestar

Tanta vida juntos, tantas aventuras felices que ahora te veo ahí, solo, casi poniendo un pie en los ochenta, medio depre, cumpliendo esta cuarentena vírica con triste estoicismo, asustado, con miedo a contagiarte, escuchando algunos delincuentes emocionales que ven con cierto alivio que el bicho ataque a los de más edad, ese cruel darwinismo social que los economistas liberales abanderan sin vergüenza, como equiparándonos a la obsolescencia programada.

Una enorme tristeza por ti y por otros tantos cientos o miles de maricones viejos, a quienes tanto os debemos, atrapados en casa notando pasar la vida, soportando la televisión necrológica de estos días, víctimas de la brecha digital. Conscientes de que os queda poco para tirar la toalla y lamentándoos de la mala suerte de que os quiten algo de lo poco que todavía os queda: el tiempo. Estos meses sin vivirlos. Meses que os hurtaron, como durante aquellos años, los mejores de vuestras vidas, os robaron la dignidad, el amor y el bienestar. Cuídate mucho.

Volveremos a tocarnos pronto.

 

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