Jodamos como gallegos

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Un país de emigrantes que recibe mucha carne fresca cada verano. Escribo mientras espero por Dani, un gallego de segunda generación que trabaja en la tv alemana y cae por el pueblo paterno al menos quince días cada año. Díce que le relaja venir por aquí y de paso estrecha vínculos con la parentela.

Es uno de tantísimos retornos que trae la emigración a los encuentros íntimos entre particulares gays gallegos. Tantos machotes que se han ido durante décadas, regresan por lo menos unos días cada año para airear un poquito las apps de ligoteo, uniéndose así a los turistas outsiders que nos visitan, que de todo hay en este tiempo tan viajero.

Son millares los emigrantes que regresan para conocer o abrazar sobrinos, primos o abuelos al sol del Morrazo, Bergantiños o Tabeirós. Pero compartir churrascos y conocer sobrinas, quita algún tiempo para encuentros o reencuentros apetecidos con los indígenas… con ese montón de carnochiños gallegos de familias que quedaron en el país a parir gays a centenas.

Una extraordinaria mezcla de olores y sabores cada verano —con versiones mini en el tiempo de Navidad o de Pascua—, rozando cuerpos y genitales de tantos hombres liberados de los espesas cánones de la moral dominante o la religión castradora.

Muchos de ellos vienen porque la casa familiar sale barata, otros por el sincero deseo de reír, planear o llorar con los ancestros. Incluso habrá quien huye de los núcleos habituales del mariconeo peninsular —Circuit, Sitges, Caparica, Torremolinos o Maspalomas— o los combina con el turismo familiar en la patria madre.

Los pocos bares de ambiente que quedan en pie, las playas más calientes o las áreas de cruising acusan recibo de esta marea de visitantes llenos de semen por repartir. Pero son las Apps, medio absolutamente predominante, las que se llenan de alternativas de ocio sexual libre y respetuoso, sin pagos de por medio.

Si en una ciudad pequeña como Pontevedra puede haber unas 50 personas distintas conectadas en una app como Scruff or ejemplo —en este momento hay 32 simultáneamente—, en los meses de verano la cifra puede duplicarse… y ya si nos acercamos a unos 15 km, con las áreas turísticas de Sanxenxo y Bueu, la cosa asciende bastante. Lógicamente, no todos son emigrantes, pero el género de los residentes ausentes abunda.

Quien más quien menos, practica el sexo libre, el poliamor, los cuernos en pareja, o cualquiera de las fórmulas que no impidan el contacto corporal a voluntad hombre-hombre, y tiene ya su agenda de emigrantes más o menos habituales. Aquel que fue currar a París; el que nació en Amberes; el que emigró a Beijin, el que trabaja en Cabo Verde, los múltiples neolondinenses un poco mosqueados por el Brexit; el hijo de una pareja que quedó en Nueva Orleáns… una especie de Gallegos por el Mundo, pero en versión morbosa y retornados a un país que los quiere y los desea por tantos motivos.

Llegó Dani; vino en tren desde Santiago donde intentó ver el Pórtico, sin conseguirlo. Compartimos cama durante un par de horas, como cada año. Cenamos y lo acerqué a su casa, al pie del mar de Arousa. Hasta el próximo año, meu… vuelve tan feliz como te dejo. Vivamos como gallegos. Amemos como gallegos. O por lo menos, jodamos como gallegos.

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