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La cartera viene sonriendo hacia a mí con una postal en la mano. En cada viaje compro una postal bonita, escribo en ella algún deseo y la dirección de casa y, cuando la recibo, recuerdo con simpatía los días en Roma, Sevilla o París. Mi cartera en Santiago es una chica joven con la que he compartido lo que hasta hoy era un secreto, a cambio de decenas de sus divertidas anécdotas profesionales. Vivo en un barrio de casitas viejas habitadas por viudas que matan las horas acodadas en la ventana. Ella las saluda por su nombre con cariño y les lleva, además de la carta certificada del ayuntamiento, el paquete de galletas que le encargaron, porque con la lluvia, el frío y la edad les cuesta pisar la calle. A veces, Inés es la única persona con la que hablan en todo el día. Ella lo sabe y se preocupa por cada una. Siente que ese es también su trabajo.
Jesús Guzmán consiguió que mirásemos a los carteros con complicidad. Interpretó a Braulio, siempre con la cartera al hombro y arrastrando la bicicleta, en la serie de televisión Crónicas de un pueblo (1971-1974). Braulio conocía los enredos del pueblo y le echaba un cable a los vecinos. Antonio Mercero retrató en 130 capítulos la vida en el rural con la que se identificaban tantas familias; sobre todo, las que se fueron a buscar trabajo a la ciudad y tenían morriña de los suyos viendo una serie que se emitió poco antes de la llegada de la democracia pero cuyo impacto todavía perdura.
Correos tiene gran importancia en las series y películas gallegas. La emigración hizo de los carteros personas queridas y esperadas, y eso no se olvida. El punzante corto de Chano Piñeiro, Mamasunción (1984), gira alrededor de esa carta que la mujer va a esperar cada día a la estafeta. Los avisos importantes en Pratos Combinados los traía en mano Juanillo Esteban, el repartidor de las buenas y malas noticias de la serie. Y Luís Zahera vistió el uniforme de Correos varias temporadas en Luar. Con Xosé Ramón Gayoso leía algunas de las cartas que llegaban desde cualquier punto del planeta y las analizaba con retranca. El cartero Anselmo era servicio público, no había filtro, y le sacaba los colores al presentador cuando los luareiros no estaban de acuerdo con él. Incluir este personaje fue un acierto del director Manuel Abad: si le escribías a Gayoso, lo contaban en la tele.
César Cambeiro se metió en la piel del repartidor de cartas de Terra de Miranda (2001-2007). El cartero Emilio les habla a los espectadores para explicarles las aventuras de los habitantes de Miranda, mientras la vida transcurre a sus espaldas. Es el cronista que asume la carga del relato, una criatura más de la aventura. “La idea era la de un personaje de realismo mágico cunqueiriano”, cuenta sobre el peculiar narrador uno de los creadores de la serie, Xosé Castro. El cartero Emilio respira la intención de los personajes del abogado y de Giudizio de Amarcord (1973), de Federico Fellini. Los dos actores hablan directamente a cámara y nos hacen partícipes de sus reflexiones. Un guiño ingenioso de los guionistas de Zopilote a una película con la que Terra de Miranda también comparte fondo: el relato de la vida a través de las relaciones humanas en un pueblo.
Quien no se parte el lomo empujando el carro amarillo de la correspondencia es Víctor Fábregas en la comedia costumbrista Era Visto! (2011-2018). Quizá sea Lino el cartero más holgazán de la televisión: incluso montó un sistema de reparto centralizado en el bar de Puskas, donde acostumbró a los parroquianos a recoger las cartas.
Para cartero mítico televisivo, John Ratzenberger, que interpreta al charlatán Cliff Clavin, uno de los clientes habituales del bar de Cheers (1982-1993), la comedia con las situaciones mejor creadas de la historia de la televisión: un grupo de perdedores se reúne en el pub de Sam Malone, a ambos lados de la barra huele a fracaso, pero todos intentan, entre trago y trago de cerveza, encontrar una salida a sus vidas desafortunadas. Sobre historias cotidianas levantan unos diálogos mordaces que aguantan con nota la revisión de la serie en este siglo. Luís Bermejo es el cartero de la versión española de Cheers (2011), que naufragó, como si el mal fario del equipo de perdedores habituales del bar hubiese contagiado a los responsables de la producción.
Con tanto correo electrónico y mensajes perderemos a los carteros, por los que tantas veces esperé en la porta, deseando que su cartera escondiese una postal de mis abuelos en Alemania, o una carta a mi nombre de algún novio. Hoy sonrío con Inés. Trae la postal del Circo Price de Madrid que escribí antes de la gala de la Unión de Actores y Actrices: «Cuando llegues a casa verás el premio de Morris al mejor secundario por Fariña (2018)». Y así es: la figura ya luce en el salón.
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