Gudaris gallegos en la Guerra Civil

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Cuando a primeros de octubre de 1936 los milicianos del batallón CNT n.º 1 Bakunin se instalan en Amurrio para ocupar posiciones en la frente alavesa, no pasan para nada desapercibidos entre la población local, entre otras cosas, por la tilde gallega de muchos de sus componentes. Llegan de Trintxerpe (Pasaia, Guipúzcoa) y vienen de combatir los sublevados por los montes y villas de Guipúzcoa.

Milicianos do batallón CNT n.º 1 Bakunin no monte Txibiarte de Amurrio, Biscaia. Fotografía da Fundación Anselmo Lorenzo.

La presencia de milicianos oriundos de Galicia en el Euskadiko Gudarostea, o Ejército de Euskadi, no es anecdótica. Aunque no podemos asegurar su número preciso, la cifra supera muy posiblemente los 2000 efectivos. Además del mentado Bakunin es notoria la participación gallega en algunos de los 75 batallones que completan las fuerzas vascas. El más característico, el batallón CNT n.º 6 Celta. Compuesto en su mayor parte por milicianos originarios de Galicia, completan la unidad alaveses y navarros evadidos de territorio enemigo y, en menor medida, vizcaínos. El 3 de diciembre aparece en el periódico comunista Euzkadi Roja la solicitud de una bandera «que lleve como emblema algo que simbolice la región gallega», petición hecha en nombre del batallón Celta por el capitán Manuel Lampón Ríos (A Pobra do Caramiñal) y el teniente José Paz Davila (gallego, mas sin confirmar su lugar de origen).

Membros do Batallon Celta CNT nº6. en Larrabetzu (Bizkaia) fins de maio de 1937.. O segundo pola esquerda é Manuel Fuentes González de A Pobra do Caramiñal. Fotografía: Fundación Anselmo Lorenzo

El batallón Disciplinario de Euzkadi acoge entre sus filas a numerosos gallegos en su 1.ª Compañía. Esta se convertirá en compañía de choque y lo dará todo en la batalla del Saibigain (del 7 a 15 de abril de 1937). La mayor parte de ellos son prisioneros de guerra, pasados y desertores de las fuerzas fascistas, aunque también hay algunos milicianos con faltas disciplinarias de los otros batallones que conforman el Euskadiko Gudarostea.

Y no debemos olvidar a Marina Auxiliar de Euzkadi: una suerte de fuerza naval de circunstancias compuesta por todo un elenco de barcos de pesca, bous artillados. Alrededor del 10 % de los hombres enrolados en esta unidad naval son oriundos de Galicia. Su labor dista mucho de ser sencilla puesto que deben hacer frente a navíoa de guerra manifiestamente superiores en todos los aspectos. No obstante, las muestras de valor de estos hombres del mar intentan paliar el desequilibrio existente entre los contendientes. Así, frente al cabo de Matxitxako (Bizkaia), el bou Nabarra gana a pulso el protagonismo el 5 de marzo de 1937. Durante más de una hora se oponen valientemente al crucero Canarias hasta las últimas consecuencias. El bou resulta hundido y los tripulantes supervivientes son tomados prisioneros. El Nabarra le va a servir como ataúd al pontevedrés Antonio Álvarez Domínguez y al mugardés Francisco Fernández García O Cubano.

 

 

 

 

El Bou Nabarra
O Bou Biscaia, co seu armamento. Fonte marinavas.eu

Con Galicia como territorio controlado por los alzados desde los primeros compases del conflicto, los combatientes gallegos que van a nutrir las fuerzas vascas provienen de diferentes zonas industriales de Euskadi, donde se asientan, sobre todo, desde principios del siglo XX atraídos por la demanda de mano de obra. Cabe destacar especialmente la numerosa colonia galaica en el barrio pasaitarra de Trintxerpe (Guipúzcoa). La pesca industrial del bacalao, iniciada por la PYSBE (Pescaderos y Secaderos de Bacalao Españoles) en 1927, hace recalar en Trintxerpe a cientos de marineros de las rías gallegas dados sus conocimientos, tanto de las técnicas de pesca de esta especie como también del uso y reparación de los aparejos específicos para hacerlo. Interesan además a la patronal porque carecen de unos tejidos asociativos y sindicales que les puedan suponer cualquier tipo de conflictos laborales.

La cosa se va a torcer para la patronal con la proclamación de la II República. Los nuevos tiempos invitan a participar en el fervor popular por conseguir viejas aspiraciones sociales y laborales. De este modo nace a primeros de 1933 el Sindicato de Industria Pesquera y sus Derivados (FNIP), «El Avance Marino» de la CNT. En este sindicato se encuadran muchos de los trabajadores del mar gallegos y enseguida van a ganar merecida fama de elementos combativos. No es coincidencia entonces que entre los sectores reaccionarios de la sociedad donostiarra Trintxerpe fuera conocido como «la meca del soviet rojo». Asimismo, también encontramos otros gallegos militantes en los sindicatos controlados por la UGT: La Alianza Marítima y La Polar. Todos estos elementos fuertemente concienciados constituirán en julio de 1936 los contingentes de voluntarios para combatir, primero en los choques desarrollados en Donostia, y luego en los montes guipuzcoanos.

Miliacianos de Pasaia. Foto www.antxo.com

La cuenca minera vizcaína es otro de los polos de atracción, junto con la margen izquierda del Nervión. Esta ribera aglutina la industria pesada vasca y el movimiento obrero socialista disfruta allí de una profunda implantación entre los trabajadores. Localidades como Barakaldo, Sestao o Muskiz, por citar algunas, van a sostener demográficamente muchos de los batallones de la UGT o del Partido Comunista, donde también tenemos localizados milicianos de origen gallego.

Por último, otro vivero propicio para alistar nuevos sustitutos lo encontramos, como se dijo antes, entre desertores, paisanos huidos por mar desde Galicia, pasados del Ejército de Franco y prisioneros de guerra. El asunto de los pasados a campo republicano por profesar ideas izquierdistas trae verdaderos quebraderos de cabeza a la oficialidad golpista. La frecuencia con la que se dan las evasiones en la frente de Álava lleva al teniente coronel Camilo Alonso Vega, jefe militar alzado en la provincia, a dirigir un escrito al cuartel general de Burgos para denunciar una práctica que ya le preocupa en exceso. En las unidades desplegadas las deserciones afectan mayoritariamente a soldados gallegos y catalanes. El militar aduce para explicar las causas «la una gran propaganda oculta en la retaguardia». La prensa vasca recoge prácticamente a diario en sus páginas el paso a las líneas propias de efectivos contrarios, colocándose Galicia como una de las zonas de origen de los evadidos.

El 7 de octubre de 1936 nace el Gobierno de Euskadi, presidido por el nacionalista José Antonio Aguirre, y a vuelta de correo el 27 de octubre de 1936, en el Diario Oficial del País Vasco, se decreta la militarización de las Milicias de Voluntarios. El 7 de noviembre de 1936 nace de manera oficial el Ejército de Euskadi. El germen del Euskadiko Gudarostea comienza a vislumbrarse. El incipiente Gobierno autónomo controla la provincia de Vizcaya en toda su extensión, una pequeña franja de Guipúzcoa, próxima a la raya con Vizcaya, y el norte de la provincia de Álava, es decir, el valle de Aiara y las poblaciones de Amurrio y Laudio. En este territorio va a conseguir poner en pie un total de 40.000 efectivos, encuadrados en 75 batallones de infantería y la Marina Auxiliar, sin olvidar servicios de intendencia, artilleros, chóferes…

Muchos de los efectivos gallegos guipuzcoanos recalan en el primer batallón de la CNT, el Bakunin, al mando de Isaac Olmos, un carismático anarquista de origen vallisoletano. Su primer destino es la villa de Amurrio en el frente de Álava, a donde llegan en octubre de 1936. Les asignan como cuartel un reformatorio cerca de la población. Para los vecinos del lugar, la visión de algunos milicianos ataviados con ropajes eclesiásticos rapiñados en alguna iglesia es de sobra significativa y no deja de ser sorprendente para estas gentes de hondas creencias religiosas y conservadoras.

El batallón va a tener su bautismo de fuego el 5 de diciembre de 1936. Con motivo de la ofensiva iniciada por el Cuerpo de Ejército de Euskadi el 30 de noviembre sobre la villa de Villarreal (Legutio, Álava), la tercera de las columnas que deben participar en la ofensiva, y en la que se integra el Bakunin, recibe la orden de tomar la aldea de Uzkiano. Su conquista va a permitir continuar la progresión republicana sobre Izarra y Murgia. Una vez en su poder Murgia el camino a Vitoria queda expedito. Pero para alcanzar Uzkiano previamente hay que desalojar el enemigo de los montes Txibiarte, Sobrehayas y San Pedro.

Membros do Batallón Amaiur, do PNV, en 1937

A las 4:00 horas del día 5 da inicio la acometida. Los batallones Leandro Carro (PC) y el Amayur (PNV) parten en vanguardia y se aproximan al monte San Pedro. Por su parte el Bakunin, a lo que se le suman efectivos del Leandro Carro (PC), parte de la posición n.º 11 o de Los Cuetos campo a través, cubierto su flanco izquierdo por varios carros blindados que ascienden por la carretera del puerto de La Barrerilla. La resistencia de los defensores no puede evitar la progresión republicana y finalmente se ven en el deber de replegarse hacia Uzkiano. A las 12 horas el Bakunin corona la cumbre del San Pedro.

Inexplicablemente, a las pocas horas los rebeldes consiguen retomar el citado monte, en una operación sin más pretensiones que contactar con el enemigo para conocer su localización y fuerzas. Después de varias semanas de intensos combates en todo el sector las fuerzas vascas están exhaustas y la ofensiva republicana se detiene a finales de diciembre. El frente alavés se estabiliza y da comienzo el tedio de la vida de trinchera.

A partir de entonces el batallón Bakunin va a desplegar sus fuerzas a lo largo de diferentes posiciones del sector alavés del frente: los montes Txibiarte y Sobrehayas, en Respaldiza, arriba de la carretera y de las vías del ferrocarril a la altura de La Muera en Orduña, en Barambio y unas posiciones frente a Txibiarte que actúan como apoyo de éstas, conocidas como n.º 11 o Los Cuetos. Los gallegos del Bakunin van a permanecer en este sector hasta mayo de 1937, momento en el cual las necesidades ocasionadas por la ofensiva iniciada por el general Mola, el 31 de marzo del 37, obligan a que el batallón acuda a reforzar otros frentes duramente castigados por los fascistas.

Por su parte, el batallón Celta se traslada en diciembre del 36 a Markina (Vizcaya). Como comandante militar del batallón encontramos a Luis Vázquez Rodríguez, de A Pobra de Trives (Ourense). En la segunda quincena de febrero de 1937 Luis Vázquez será sustituido por Manuel de la Mata, hasta el momento comandante del batallón CNT n.º 3 Isaac Puente. Desconocemos la razón. El Celta va a ocupar las posiciones del monte Kalamua. Se trata de las trincheras más próximas a la cumbre, conocidas como colina de San Andrés (denominada Colina Verde por los fascistas). Son los reductos más avanzados, y están muy cerca unas trincheras de las otras. De hecho, distan menos de 100 metros entre sí. El testimonio de uno de los requetés del Tercio de Navarra es bastante esclarecedor: «…la más estratégica y peligrosa de las posiciones era la 2, que estaba en el centro y sobresalía entre todas. Teníamos las trincheras rojas a unos setenta metros».

El 26 de diciembre el sector abandona la tónica habitual de monotonía. Son los fascistas los que mueven ficha y da comienzo un intenso ataque para desalojar a los republicanos precisamente de la Colina de San Andrés. El ataque es duro y sangriento y los célticos deben emplearse a fondo. En el transcurso de esta jornada las fuerzas republicanas sufren la pérdida de 10 combatientes entre los que se encuentra el teniente de la 4.ª compañía Manuel Aguete Lino Cobizas, natural de Loira (Marín). A consecuencia de estos combates fallece al día siguiente en el hospital civil de Bilbao Andrés Pérez Millán, de A Pobra do Caramiñal, y el día 28 el sargento de la primera compañía, Juan Pérez Mariño.

Como se apuntó anteriormente, el 31 de marzo el xeneral Emilio Mola lanza una poderosa ofensiva con el fin de dar carpetazo al frente vasca. Mientras en un principio se estimaba en dos semanas el tiempo preciso para llegar hasta Bilbao, la orografía vasca y la empecinada defensa de milicianos y gudaris retrasarán la entrada en la capital vizcaína hasta dos meses y medio.

Tanto el Bakunin como el Celta participaron de esa pertinaz pugna en diferentes puntos de la geografía vasca. Dejan tras de sí un reguero de bajas, que en muchas ocasiones, resulta casi que imposible sustituir. Cabría destacar algunos de estos choques con las fuerzas fascistas. Los gallegos del Bakunin intervienen en la emblemática batalla del monte Sollube (Bermeo, Vizcaya) entre el 6 y el 14 de mayo del 37. Deben retener para la República la cumbre de este monte soportando los embates conjuntos de la aviación y de los navíos franquistas que los machacan los dos días y medio que permanecen allí parapetados. Y no solo eso, según se desprende de las declaraciones de un miliciano del batallón recogidas por Manuel Chiapuso: «los golpes de mano que protagonizaban los moros de noche eran terribles. Éstos llegaron, en alguna ocasión, a rebasar nuestras posiciones».

El Celta combate en los primeros días de abril defendiendo el puerto de montaña de Krutzeta y las Peñas de Arangio (Álava). Después de dos días de combates el batallón Eusko Indarra (ANV n.º 2) releva a los gallegos y se ve en la tesitura de defenderse de un ataque enemigo en un campo «donde yacían muertos del batallón Celta, que podían ser de algún contraataque de la noche o de la víspera». Las fuerzas vascas, a pesar de la resistencia ofrecida, van perdiendo terreno casi que a diario. La moral de los milicianos se resiente considerablemente.

Con los rebeldes ya próximos a Bilbao depositan todas sus esperanzas en el último bastión defensivo, conocido popularmente como el Cinturón de Hierro que, a imitación de la línea Maginot francesa, circunda la capital vizcaína. Mas esta línea que promete ser infranqueable está condenada de antemano. Su diseñador, el ingeniero Alejandro Goicoechea, se pasa al enemigo y revela al Estado Mayor franquista la disposición de parapetos y nidos de ametralladora, así como también los puntos débiles que deliberadamente había ido dejando en su construcción. El 12 de junio de 1937 un demoledor ataque rompe el Cinturón de Hierro por el sector de Larrabetzu (Vizcaya). El batallón Celta y otros dos batallones tratan de taponar la brecha sin éxito. La suerte está echada. Los últimos alientos del Ejército de Euskadi para defender la capital se muestran con tintes de desesperación. Realmente se trata de un ejército a la desbandada que ofrece la última muestra de heroicidad en la defensa del monte Artxanda para asegurar la evacuación de la ciudad. El 19 de junio las tropas de Franco entran en Bilbao.

Nómina do Batallón Celta. Fonte: Centro de Documehtación de la Memoria Histórica

Lo que queda del Euskadiko Gudarostea evacúa la frontera con la vecina provincia de Cantabria. Apenas queda en su poder una pequeña franja de territorio vasco. Aun así, el batallón Celta será capaz de participar en la última batalla en suelo vasco. La de Kolitza (Balmaseda, Vizcaya) ocurrida entre lo 27 y el 29 de julio del 37. Un verdadero desastre que dejó en cuadro el batallón. De hecho, ya no volverá a participar en más acciones de guerra.

Finalmente, el 24 de agosto de 1937 dirigentes del PNV firman, ante los mandos de las tropas italianas llegadas en ayuda de Franco, el conocido como pacto de Santoña. Debido a este pacto, la mayor parte del Ejército controlado por el Gobierno vasco se concentra en la villa montañesa para rendirse a los italianos. Bakunin y Celta finalizan aquí su periplo. Sin embargo, muchos milicianos consiguen alcanzar suelo asturiano y más tarde catalán, vía Francia, para proseguir la lucha. ES el caso de los marinenses José y Gerardo Lobeira Rodríguez. Este último fallecerá el 27 de agosto de 1944 luchando en Francia contra los nazis.

Para muchos otros solo queda la cárcel, la represión, el ostracismo y los piquetes de ejecución. Solo queda la muerte de un sueño que había dado comienzo un remoto 14 de abril.

 

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