«Nos vamos a poner en que se va»

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«Nos vamos a poner en que se va», planteaba ayer un amigo mío como hipótesis sobre la actualidad de la política gallega. Quien se tenía que ir para que nos pongamos en situación era Alberto Núñez Feijóo, catapultado al puesto de presidente del PP y jefe de la oposición en España. «Si se va, no entiendo que se pida que haya elecciones, porque el PP tiene mayoría en el Parlamento gallego y puede poner a quien quiera. Incluso creo que podría poner a alguien que no sea ahora diputado, como hicieron en el Congreso, proponiendo de presidente del Gobierno a alguien que se hubiera ido de él hace un año».

Sin darle la razón de todo, pero también sin mostrarme en desacuerdo total, le repuse que una cosa es la legalidad y otra lo que se debe hacer. Que es legal es indiscutible, puede hacerse, porque en el caso de no serlo, no habría nada que discutir. Hay debate cuando hay varias posibles interpretaciones sobre algo dentro de lo que puede hacerse. Escoger entre varios caminos, unos buenos, otros malos, otros ni una cosa ni la otra. Incluso no sé quién decía que en política siempre había que escoger entre dos males. Pero si algo no es legal y se discute, lo que hay son unos presuntos delincuentes organizando algo, unos rebeldes procurando estirar los límites actuales de la leyes (que no creo que sea el caso) y, más habitualmente en la política española, unos cazurros tirando unos contra los otros.

La campaña que puso de presidente a Feijóo en esta legislatura lo que le ofrecía al electorado era Feijóo, no el PP. Meter en estas circunstancias a otro es como poner una foto que no es la tuya en un chat de citas

Yo le puse como ejemplo de algo perfectamente legal, pero que no era muy allá en estricta democracia, la campaña que puso de presidente a Alberto Núñez Feijóo en esta legislatura. La opción que se le ofrecía al electorado era Feijóo, no el PP. El partido aparecía en la propaganda con un cuerpo de letra de incluso menor tamaño que el pie de imprenta. Meter en estas circunstancias a otro es como poner una foto que no es la tuya en un chat de citas. Se pudieron enamorar de  cosas que decías, pero luego quien aparece en el café con un libro de Vargas Llosa para que lo reconozcas es otro, por mucho que el discurso sea exactamente el mismo. Aún más, le recordé el caso de Eduardo Zaplana que hoy era presidente de Valencia y fue a coger el avión para convertirse al día siguiente en ministro de Aznar.

Mi amigo me replicó que, dado que no era diputado en Cortes, Feijóo podía compatibilizar su cargo oficial de presidente de la Xunta con el puesto de presidente nacional del PP, tal y como Dolores de Cospedal era presidenta de Castilla-La Mancha y secretaria general de los conservadores. Ahí sí que lo pillé: «Tú piensas que pudiendo estar en la capital, con sus pompas y sus obras, su palco en el Bernabeu, sus medios nacionales y su glamour, Feijóo iba a quedarse aquí, con lo que se aburre?». «No claro, en eso tienes razón», se rindió, «pero ahora nos vamos a poner en que no se va». Lo dejé. Estaba claro que tenía ganas de bulla.

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