Este artigo tamén está dispoñible en: Galego
Si hubiera un concurso televisivo para premiar a la campaña más disparatada para el 28 de abril, la competición estaría muy reñida. Los principales favoritos al gran premio serían los tres partidos de la derecha y en especial, el PP y Ciudadanos, desesperados porque no consiguen imponer el marco de la campaña y ven las encuestas cada día mas cuesta arriba. La última, la del CIS del brujo Tezanos.
Los nervios se han desatado en el PP y Pablo Casado ha entrado en pánico. En 4 días ha calificado de «decretos abertzales» las medidas sociales aprobadas por el gobierno en la precampaña, incluidos los permisos de paternidad; ha colocado de futuros ministros a Otegui, Torra o Puigdemont y ha culminado esta deriva con una de esas frases que le perseguirán mucho tiempo: «Sánchez prefiere las manos manchadas de sangre que las manos blancas».
Semejante cantidad de barbaridades y disparates juntos desacreditan a cualquiera. Cuando exageras sin medida, pierdes toda eficacia. Nadie se cree ya lo que dice el líder del PP que no consigue frenar la sangría hacia Vox, seguramente porque desde el primer día dijo a sus votantes que era lo mismo votar al PP que a los de Abascal.
La campaña del PP ya venía por mal camino con los disparates de Suarez Illana o la política de fichajes mediáticos descontrolados. Los dirigentes del PP de toda la vida se llevan las manos a la cabeza. Supongo que Rajoy prefiere no mirar y solo dará un par de mítines con Ana Pastor por Pontevedra.
Por si faltaba algo, Casado se ha metido en un charco inmenso al anunciar que si gobierna recortará el salario mínimo de 900 a 850 euros el año que viene. Sería la primera vez en la historia. Visto el revuelo, intentó arreglarlo, pero ya era tarde. Y su candidata en Madrid lanzó una insólita propuesta, con acento integrista para que los no nacidos den derecho a ayudas y plazas de guardería sin tener previsto siquiera qué pasaría si el niño no llega a nacer. «No lo había pensado» dijo ante el atónito auditorio. El nivel de la política española está cayendo en barrena.
Lo del PP es de traca, pero Ciudadanos no le va a zaga. Albert Rivera se desorientó en la moción de censura de hace un año y todavía no se ha vuelto a encontrar. Su obsesión también por no perder más votos hacia Vox le llevó a entrar en el gobierno andaluz elegido con los votos de Vox y a la foto de la plaza de Colón, cuya sombra le acompaña cada día. Renunció al voto de centro y encima nadie se cree sus promesas de que no pactará con Sánchez. Está atrapado y su política de fichajes, eficaz en varios de los casos ha quedado eclipsada por el pucherazo de Castilla y León y las dudas que genera su número 2, Marcos de Quinto; un ejecutivo del marketing, especialista en meterse en líos y en defender Eres tan impopulares como el de Coca-Cola.
Lo de Vox es ya un disparate en si mismo, pero ahí sigue Abascal colocando pimientos rojos y amarillos en casa de Bertín y apelando a esa extrema derecha que permanecía acobardada en el PP y a la que puede sumarse mucho voto descontento con el sistema y de miedo al futuro.
Así las cosas, en las filas de la derecha, al otro lado, la vuelta de Pablo Iglesias no ha tenido de momento efectos milagrosos en las encuestas, pero al menos ha permitido a Podemos centrar su campaña en la denuncia de las cloacas, los poderosos y los bancos. Sus ataques a los medios de comunicación, plenamente justificados en algunos casos, pierden fuerza cuando a la vez el líder se pasa mañana, tarde y noche en todas las teles y radios del país. Silenciado no está, ni ahora ni lo ha estado nunca, por cierto.
Podemos tiene muy difícil recuperarse de los meses de guerra civil que ha sufrido. Lo mismo pasa con las mareas que han acabado desquiciando a sus seguidores. Hay tal caos que ni las casas de encuestas saben cómo repartir su menguante voto.
Con este panorama, el que va sobre ruedas, de momento es el PSOE. Todos parecen trabajar para él. Haciendo muy poca campaña, remoloneando vergonzosamente con los debates y pasando de puntillas sobre todos los temas, salvo en los llamamientos a parar a la ultraderecha, autentico leitmotiv de los socialistas para el 28 de abril.
Y mientras tanto, en campaña no se habla de casi nada, más allá de los disparates que nos ocupan todos los días. Del futuro ya nos ocuparemos otro día.
Este artigo tamén está dispoñible en: Galego