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A más de un candidato electoral le vendría de traca que en su ayuntamiento las vacas fuesen a votar: seguro que algunos resultados daban un buen giro, sobre todo en esas alcaldías que se decidieron por un puñado de papeletas. En Lalín, donde el número de rubias y frisonas censadas es mayor que el de ciudadanos, veríamos a los partidos hacer campaña por los pastos y prometer ecografía de ubres universal.
Los gallegos somos muy de bautizar las vacas; en general, con nombres cariñosos: Linda, Gordi, Filla, Fermosa… Sergio Pazos nos invitó al bautismo bovino más famoso de la televisión en el programa Velaí (1989). Con una cámara oculta, el actor intentaba convencer a una paisana de que las vacas debían llevar, por ley, una placa con el nombre y el número de matrícula.
‒¿La vaca cómo se llama?
‒¡Vaca! Yo le digo «Vaca va» y «Vaca ven».
Y Vaca va-vaca ven se convirtió en el nombre más popular de la época.
Miguel-Anxo Murado aboga por la creación de un santoral de vacas y yo me uno a la causa; sobre todo, por sumar días de celebración en el almanaque gallego, que andamos algo escasos de fiestas.
Lo que no faltan son alucinantes estudios de prestigiosas universidades extranjeras sobre nuestro animal totémico. En Gran Bretaña, por ejemplo, aseguran que las vacas con nombre dan más leche. Y en Wisconsin, que lo que las motiva para el ordeño es la música sinfónica, idea que llevó a la pantalla la viguesa Sara Traba en el cortometraje Las vacas de Wisconsin (2016). La peripecia del personaje interpretado por una estupenda Pilar Pereira -las molestias que se toma para ponerle Beethoven a su vaca vieja, ya seca, a ver si vuelve a dar leche- es una delicia.
La actriz María Bouzas le dio vida en la televisión a la veterinaria Carmela de Terra de Miranda (2001-2007). Preparó el papel con veterinarios y le aportó verosimilitud al personaje en las secuencias con el ganado, lo mismo en un parto, que en las revisiones, que en la aplicación de tratamientos. La serie reflejó la realidad de muchas aldeas del interior de Galicia, y la presencia de las vacas, como miembros más de la familia, aportó ternura y belleza.
En una de las películas más atrevidas que conozco, Crebinsky (2011), Mushka brilla en un papel protagonista. En el elenco también están Luís Tosar y Miguel de Lira, pero es más fácil seguir sus carreras cinematográficas que la de la vaca, rebautizada con un nombre más nuestro: Mucha. En este disparatado viaje, firmado por Enrique Otero, Mucha nos conduce al interior de los hermanos Crebinsky. No sé de otra historia en la que una vaca cosa tanto la trama, puntada a puntada. “¿Qué fue de la vaca Mucha?”, preguntaría Miguel De Lira si ahora proyectasen la película. Lo mismo nos preguntamos todos.
Para amor incondicional, el de Fatah por la vaca Jacqueline en la entrañable comedia costumbrista La vaca (2016). La aventura que viven el granjero argelino y la res, atravesando Francia para acudir a la Feria de la Agricultura de París, es emocionante y divertida: un relato amable que profundiza en las relaciones entre argelinos y franceses.
Luar (desde 1998) se emitía desde la discoteca Dona Dana de Touro, «la catedral mundial del folclore del pueblo», como Xosé Ramón Gayoso le llamaba a la sala cada viernes. En una ocasión, Gayoso y yo vimos desde el coche cómo, en una granja al lado de la carretera, una vaca le daba una patada en la cara a una mujer. Fue un impacto. Paramos para prestar ayuda a la ganadera, quien, con media mejilla colorada, dijo: «No es la primera vez, ‘Jayoso’, Pimpinela tiene muy mal genio». Y, mientras ella se quedaba gritándole al animal, nosotros montamos en el coche seguros de que aquella vaca se llamaba así por las populares discusiones que cantaban los hermanos argentinos. Años después, también en Luar, se creó la sección Miss Vaca, en la que las reses guapas de Galicia compiten por la banda.
El día que las vacas voten reivindicarán no querer ser reinas de belleza, ni salir desnudas en la tele anunciando leche, pero, con lo que nos va costando abrir paso a las mujeres, la revolución de un millón de vacas nosotros ya no la veremos. Será otra quien la cuente.
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