Jugar con fuego

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El PSOE ha jugado con fuego forzando la repetición electoral y el domingo sabremos de qué grado son las quemaduras. Convocar a las urnas con el enfado del electorado de izquierdas por la incapacidad de formar gobierno y hacerlo en un contexto de tensión máxima en Cataluña, al coincidir con la sentencia del procés, era un grave error y una irresponsabilidad.

Y así lo temían la mayoría de los dirigentes territoriales del PSOE que, sin embargo, callaron ante los designios de Pedro Sánchez y su gurú, Iván Redondo. Hoy se tiran de los pelos.

Los graves incidentes en Barcelona pusieron al gobierno contra las cuerdas durante varios días. Las fuerzas del orden público tuvieron que hacer auténticos equilibrios porque en La Moncloa sabían que una mayor contundencia policial costaba votos por la izquierda, pero una mayor condescendencia con los violentos arruinaba sus expectativas por el centro. Al final, han podido perder por los dos lados.

La campaña ha sido un calvario para el PSC, desesperado ante los incidentes, casi pierde por el camino el federalismo en el programa electoral y luego se entera en directo en el debate que Sánchez recupera la idea de Aznar de considerar delito la convocatoria de referéndums. Y como remate, el patinazo con la Fiscalía y Puigdemont.

El otro factor que ha convertido esta campaña en una ruleta rusa es Vox. La ultraderecha fue abandonando el PP de Rajoy hace un par de años por considerarlo un blando y casi un traidor. El incendio catalán le dio alas y se plantó hace un año en el Parlamento andaluz. PP y Ciudadanos le dieron mando en plaza al hacer depender su gobierno de sus votos y luego se fueron a hacer los tres juntos la foto de Colón que Sánchez utilizó con astucia para convocar y ganar las elecciones de abril llamando a votar para frenar a la ultraderecha. Entonces funcionó.

La nueva convocatoria electoral ha catapultado a VOX, porque ha coincidido con la sentencia del procés y ellos han sabido capitalizar el cabreo de la derecha dura española y la exhumación de Franco les ha permitido apelmazar sus apoyos con todos los restos franquistas

Vox pareció desinflarse durante el verano, pero la nueva convocatoria electoral les ha catapultado, primero porque ha coincidido con la sentencia del procés y ellos han sabido capitalizar el cabreo de la derecha dura española que hubiera querido cadena perpetua para los lideres independentistas y, por si faltaba algo, la exhumación de Franco les ha permitido apelmazar sus apoyos con todos los restos franquistas que quedan en España y que son más de los que pensábamos.

Así las cosas, llegó el debate, el primero para Abascal y ante la incredulidad general de toda la audiencia, ni Sánchez, ni Casado, ni Rivera, ni Iglesias salvo en una ocasión, se plantaron ante el discurso xenófobo, supremacista y del odio del presidente de Vox. Estuvo tres horas a placer en todas las televisiones mientras los demás se tiraban adoquines entre ellos.

El resultado ha sido que Vox se ha disparado en las encuestas que se siguen haciendo, aunque no se publiquen y esté en algunas por encima de los 60 escaños. Seguramente no llegará tan lejos el domingo, pero el problema ya lo tenemos en casa. El león está fuera de la jaula. Un grupo racista y machista de ultraderecha como tercera fuerza política. Y encima un PSOE a la desesperada se agarra al voto del miedo a Vox para intentar salvar los muebles. Más gasolina.

La irresponsabilidad de estos políticos, el primero el presidente del Gobierno, es muy grave: han sido incapaces de formar gobierno en 4 años y nos han llevado a estas cuartas elecciones en medio de un escenario endiablado y en el que por supuesto no se ha podido hablar de los graves problemas sociales y económicos que tienen unos ciudadanos, hartos de la política y con una nueva crisis a la puerta. Y lo peor, es que los políticos seguirán con sus cálculos y tácticas a partir del lunes. Algunos ya los consideran una generación perdida de la política española.

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