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Este sábado tocó gala, la del cine español. Yo tengo mis rituales para ver los Goya: antes de ponerme cómoda, brindo con una cerveza por Solange Aumaitre, la maquilladora de A Coruña que en 1993 se trajo a Galicia el primer “cabezón”, por Tirano Banderas. La emoción de aquella noche, al escuchar su nombre, la recuerdo cada vez. Desde aquel 21 de enero, y ya van 25 años, vivo la ceremonia intensamente cuando alguno de los nuestros está entre los candidatos. Repaso las filas de butacas ocupadas por gallegos vestidos de fiesta y desde el sofá me dejo arrastrar por sus nervios o -si resultan vencedores- alegría. Los pasé con Luis Tosar cuando estrenó la alfombra roja como aspirante a mejor actor revelación por su trabajo en Flores de otro mundo, (2000). Aquella noche me llevé una decepción, que Tosar compensó de sobra en galas posteriores al regresar a Lugo con tres estatuas: mejor actor de reparto por Los lunes al sol (2002) y mejor actor por Te doy mis ojos (2003) y por Celda 211 (2009).
Con Tamar Novás, la ilusión de verlo recoger el Goya por su Javi de Mar Adentro (2004) fue inmensa. Entonces era muy joven y todavía corría el riesgo de perderse en el camino de la interpretación; hoy es un actor que crece con cada papel y uno de los hombres más divertidos que conozco.
Tuve claro que Jorge Coira tocaría estatuílla con El desconocido (2015), y así fue: premio al mejor montaje. La sensibilidad de Coira enlazando planos cala.
Hay goyas viviendo en aldeas y ciudades gallegas desde que Solange llevó el primero hasta Monte Alto. El de mejor actor de reparto de este año debe de andar a estas horas por la Isla de Arousa. Escuchar el nombre de Luís Zahera hizo sonreír, seguro, a las cuatro provincias. Incluso en esas localidades en las que murieron las salas de cine y non han visto El Reino; pero da lo mismo, porque a Luís lo conocen en todos los lugares. Lo vimos crecer en la televisión, la nuestra: en Mareas Vivas (1998-2002) y como cartero del incombustible Luar. Y, cuando ya era uno más de la familia, los sentimos despegar y volar a series nacionales y al cine. Y siempre volvió a casa. Pena de un guiño a los tuyos en las palabras de agradecimiento, Luís, un simple «grazas» llenaría de orgullo. Otra vez será, estoy segura.
Matria no consiguió la estatua como mejor cortometraje de ficción, aunque para nosotros ya es uno de los grandes: un relato delicado sobre el día a día de tantas mujeres que cargan con el trabajo de fuera y dentro de casa. Álvaro Gago dio con la tecla afinada al narrar esta historia de acento femenino, íntima y a la vez universal, que sí triunfó en el festival de Cans y de Sundance.
A las puertas también se quedó Soy una tumba, un preciosismo de animación de Khirs Cembe. Cangas de Morrazo, la localidad en la que vive el niño protagonista, regresa a los anos de contrabando en un corto que hace latir de emoción. Las voces de Miguel de Lira y de Fede Martínez enriquecen esta pieza de dolor e intimismo.
Nos quedamos sin ver la indumentaria con la que habrían recogido el Goya los responsables de Memorias de un hombre en pijama. Los adaptadores del guión de ese cómic de Paco Roca, los gallegos Ángel de la Cruz y Diana Lovar, seguro que no se cortaban en aparecer en pijama, como el protagonista da película. Y ninguno de nosotros se escandalizaría: vimos a los Tonechos y sabemos entender el humor en una gala con tanto traje prestado. La película, en la que María Castro le da la dulzura de su voz a la protagonista, es entrañable.
El vigués Guillermo de Oliveira presentaba una historia muy interesante para ganar el Goya al mejor documental: la reconstrucción del cementerio burgalés de la película El feo, el bueno y el malo (1966), de Sergio Leone. Seguro que Desenterrando Sad Hill tendrá un buen recorrido de la mano de uno de los participantes en el documental, Clint Eastwood.
A Javi Gutiérrez se le escapó la tercera estatuilla como mejor actor protagonista, pero seguro que le compensan el triunfo de Campeones, con tres premios, y la humanidad del discurso de su compañero de reparto, Jesús Vidal, que le llenó los ojos de lágrimas, como a todos los que lo escuchamos. La emoción de sus palabras traspasó las pantallas.
La sombra de la ley, de Dani de la Torre, arrancó esta carrera mal situada. Los galardones a mejor fotografía, mejor dirección artística y mejor vestuario son un éxito, pero no para una producción rodada para encandilar.
La realización de la gala no fue generosa con los espectadores de televisión. En casa non se leían bien los nombres del vídeo homenaje a los profesionales que perdimos. Recordaron a Ernesto Chao, pero en la sala de montaje quedaron demasiadas fotos que nosotros nunca olvidaremos. No ha sido un buen año, pero no podemos triunfar siempre. Felicidades, Luís.
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