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El 16 de julio de 1969, el estruendo que emocionaba Galicia era el de los cohetes disparados desde los barcos engalanados para la Virgen del Carmen, guía de los hombres del mar. Todos soñaban con estallidos que se oían en la luna, en las estrellas y más allá, donde el imaginario de los gallegos sabe que viven los suyos, los marineros devorados por las aguas.
El lanzamiento del Apolo 11 fue más de interior. La estación española de la NASA, en Fresnedillas de la Oliva, retransmitió a todo el planeta la primera señal del alunizaje de Armstrong, Aldrin y Collins, y de paso arruinó la idealización romántica de los encantos de la luna. Aquel paisaje seco decepcionó a los quijotes y a los que desembarcaban.
Estábamos familiarizados con las misiones espaciales gracias a Jules Verne, Tintín, los cromos y las películas y series de ciencia ficción, como Star Trek: La conquista del espacio (1966-1969), que aquel año emitieron en la televisión única. En la nave Enterprise compartimos aventuras con el capitán Kirk (nunca creeré a William Shatner en otro papel) y con el señor Spock. Leonard Limoi fue, en la saga, comandante, capitán, embajador y teniente, pero siempre Spock hasta su último trabajo, Star Trek en la oscuridad (2013), cuando lo destinan a otra astronave en un traslado premonitorio: Spock deja su vida en el buque insignia de la Flota Estelar de la Federación Unida de Planetas, mientras que Leonard Limoi abandonaría la tierra sin volver a rodar.
El despegue de la ciencia ficción cinematográfica nos llevó hasta la luna. El ingenio del ilusionista francés George Méliès creó efectos especiales que hicieron realidad lo que entonces ni soñábamos en la pantalla ni en la vida. El viaje a la luna (1902) es arte mudo en blanco y negro, una delicia de trece minutos. La habilidad para manejar tantos personajes en escena, la inventiva en la construcción del cohete y el impacto de la cápsula espacial en la cara del satélite son de una belleza astronómica.
La mujer en la luna (1929) resulta difícil de digerir; le sobra metraje, pero tiene una secuencia sorprendente: ¿cómo pudo Fritz Lang adivinar que los despegues comenzarían con una cuenta atrás? El director marca en la cinta la tensión antes del ascenso empleando cartelas (son casi tres horas de cine mudo), exactamente con el mismo dramatismo que vivimos años después en las retransmisiones de la NASA. Quizá el primer arranque mundialmente televisado bebió de la puesta en escena del director alemán.
Si los estadounidenses habían conseguido llegar a la luna, los españoles no iban a ser menos. El guionista y productor Pedro Masó lanza a la aventura espacial a su mejor hombre, Tony Leblanc. El astronauta (1970) tiene golpes maravillosos, agudezas todas de Masó, como que la nave lleve el motor de un Seat 600. En tierra, desde el pueblo de Minglanillas, dirigen la misión José Luis López Vázquez, Antonio Ozores, Lali Soldevilla y José Sazatornil. Con expertos así, ¿qué puede salir mal?
El cine fantaseó con la luna tanto como poetas y pintores. Hasta 1969 imperaba la imaginación, pero las imágenes de la huella de Amstrong propulsaron historias de otro corte. La francesa Operación Luna (2002) pone patas arriba la hazaña con testimonios de personalidades de la política, como Henry Kissinger o el astronauta Aldrin, avalando la narración de la protagonista, Christiane Kubrick, quien asegura que su marido Stanley rodó en un estudio la llegada a la luna. Hasta el final no se descubre la farsa en este falso documental de imágenes manipuladas y colaboradores estrella. Los que no leyeron los títulos de crédito se creyeron el relato e inflaron el globo de la polémica.
También Matten Johnson juega con la veracidad del alunizaje en Operación avalancha (2016), otro falso documental, entretenido y provocador, donde caben el espionaje, el humor y un arsenal de cargas de profundidad crítica.
Documentales, biografías y películas avaladas por los gobiernos y los protagonistas hay a montones. El de factura soviética Gagarin, el primero en el espacio (2013), sobre el cosmonauta de la URSS Yuri Gagarin, es hermoso y muy humano. Impacta la narración de la misión Vostok, en 1961, sobre el hombre de la sonrisa inolvidable. No está exento de moralina, igual que cualquiera de las narraciones épicas estadounidenses, como Apolo 13 (1995), el filme de Ron Howards sobre el gran fracaso de la nave.
Cincuenta años después, los cohetes de las fiestas del Carmen despegan en las villas marineras cargados de recuerdos, sueños y emociones. La misión espacial más hermosa y sentida continúa volando cada verano sobre las rías y los mares de Galicia.
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