Historias de papel palpitan en las pantallas

Este artigo tamén está dispoñible en: Galego

Cuando cayó en mis manos el libro Fariña, de Nacho Carretero, lo devoré en dos días. Estaban sobre el papel todos los ingredientes que me gustan para cocinar historias televisivas y vi claro que ahí había una serie. Esa misma noche empecé a crearla en papelitos de colores que iba pegando en las largas paredes del pasillo de mi casa madrileña. Había vivido la época más dura del rugir de las planeadoras y conocí de primera mano la aventura de muchos de los protagonistas del narcotráfico, así que, en compañía de la información ordenada de Nacho, empecé a construir el rompecabezas. Una semana después el pasillo se había quedado pequeño; noches de insomnio después titulé el esquema de la serie: Operación Depende.        

Llegué tarde. El proyecto quedó aparcado en mi ordenador, en la carpeta A la mierda -siempre admiré a Fernando Fernán-Gómez-, que desde 2005 ha ido engordando con ideas frustradas de series y de filmes.  Estos días he decidido, por salud mental, ponerla a régimen y deshacerme de los folios amputados. En la escabechina de archivos encontré un listado alimentado a lo largo de los años que puede dar una ristra de artículos, Historias de papel que palpitan en las pantallas, un montón de películas y alguna serie basadas en libros de autores gallegos, tanto en la lengua del país como en castellano: Wenceslao Fernández Flórez, Valle-Inclán, Emilia Pardo Bazán, Blanco Amor, Camilo José Cela, Manuel Rivas, Suso de Toro,  Manuel Jabois, Álvaro Cunqueiro…  

Fernández Flórez es una mina para el audiovisual. Había participado como guionista en la primera comedia de Juan de Orduña, cuando sus libros le empezaron a interesar a los directores de cine. No hay un escritor con más adaptaciones cinematográficas que el novelista coruñés.

De todas sus obras tengo especial querencia por El malvado Carabel, la historia de Amado, un oficinista bondadoso y honrado que decide convertirse en la persona más ruin cuando lo deja la novia y lo despiden del banco en el que trabajaba como contable. Un relato con carga de denuncia social, perfectamente vigente hoy y que Fernández Flórez escribe con un humor y sorna únicos.

De esta estupenda novela hay hasta tres adaptaciones para el cine: la de Edgar Neville, de 1935, de la que, por esas cosas de las películas de nitrato, no se conservan -una pena- más que algunos pocos minutos.  Está también la desternillante versión dirigida e interpretada en 1956 por Fernando Fernán-Gómez -siempre Fernán-Gómez-, en la que descubrí a Julia Caba, matriarca de una dinastía inmensa en número y talento, y a un Manuel Alexandre divertidísimo en el papel del estomatólogo. Si, sale también Xan das Bolas, que le vamos a hacer. Y, por último, el filme con acento mexicano que rodó Rafael Bodelón en 1965. Lo vi hace poco y debo reconocer que invertí ciento ocho minutos en unas buenas risas. 

La historia de El malvado Carabel se presta tanto a pasar por la pantalla que también tiene telenovela, dirigida en 1966 para RTVE por Fernando García de la Vega, con guión de Ricardo López Aranda. Ahora le llamamos serie, pero en aquellos años en blanco y negro eran novelas, por el nombre del programa: Novela de noche. La conocí porque García de la Vega, en una entrega de premios, cuando supo que yo era de A Coruña me contó que le daban ataques de risa grabando la Novela de mi paisano Wenceslao: López-Aranda había escrito un libreto excelente para una de las muchas adaptaciones con las que la televisión única quiso fomentar la lectura de los clásicos. El malvado Carabel de Novela de noche se emitió en diez capítulos de treinta minutos, que podríamos ver -non es el caso- si RTVE contara con el archivo al que, como patrocinadores, tenemos derecho.  

 

De El malvado Carabel se filmaron cuatro versiones bien diferentes, y ojalá en algún ordenador del planeta estén vibrando las teclas con la escritura de una quinta. Ojalá en gallego y apoyada por el canal público. Ojalá. De hecho, la primera serie de producción propia de la TVG, basada en cuentos de Álvaro Cunqueiro, tuvo una gran acogida, así que no hay excusas.  

La carpeta A la mierda ha quedado anoréxica. Sólo sobreviven tres proyectos: uno evidente; el segundo estoy convencida de que me hará rica algún día; y después está el tercero, Fariña. Leo que terminaron el rodaje de la serie y que van a editar la versión en gallego del libro de Carretero. Imagino que la traducción se titulará Harina.

Como dice Wenceslao: «Hay que ser malo para vencer en la vida. Pero eso es lo más difícil». Así que mucha mierda, Fariña!

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