Los veinte mil hijos de Fenosa

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En el temporal de 2013 fueron 70.000 los gallegos que se quedaron sin luz y muchos tardaron días en recuperarla. En el temporal de febrero de 2017 les tocó a 80.000 quedar a oscuras, a bastantes de ellos más de cinco días, y se cortaron 180.000 puntos de luz pero, como ha dado a entender O Noso Alberto en el Parlamento, deberían dar las gracias porque durante el Bipartito se interrumpieron 500.000 de puntos de luz.  Ahora, en diciembre de 2017, la borrasca Ana ha dejado a 20.000 gallegos sin luz.

Lo curioso del caso es que Ana golpeó todo el Cantábrico pero sólo en la Nazóm de Breogán el viento, la lluvia y los árboles caídos dejaron a miles de paganos del recibo de la luz a cuatro velas. En Asturias, Cantabria o Euskadi o el viento estaba mejor educado, la lluvia no mojaba y no hay árboles, o cuando caen tienen el detalle de hacerlo donde no pasa el tendido de la luz. Si no fue por eso, o fue un milagro de la Inmaculada o no se entiende; otro misterio más para «Galicia, dimensión desconocida», el musical.

Las gallegas y los gallegos, hasta donde sé, pagamos la luz como los demás. Pagamos a finales de los noventa los famosos costes de transición a la competencia que nos calcó el ministro Piqué, para que la privatización de las eléctricas fuera aún más negocio y no tuvieran que herniarse las pobres compañías gastando en prepararse para dar un buen servicio y competir de verdad.

Desde hace dos décadas estamos sufragando el famoso déficit de tarifa, esa deuda de origen misterioso que contraemos con las eléctricas porque, según nos cuentan sin más prueba que su palabra, hemos estado pagando la luz muy barata para que Aznar pudiera ganar las elecciones, esa deuda mágica en la que cuanto más pagamos, más debemos; como en las estafas piramidales.

Ahora mismo estamos pagando la luz más cara de Europa, unas de las pocas cosas en las que todos los españoles son efectivamente iguales. Cuando hay sequía y no llueve el precio de la luz sube porque hay sequía y no llueve, y cuando llueve y hace viento la luz sube porque llueve y hace viento; y eso que cuando privatizaron las eléctricas públicas y liberaron los precios y el mercado nos dijeron que lo hacían por nosotros, no por ellos, porque nos iba a salir todo más barato.

Las gallegas y los gallegos somos tan buenos y generosos que, a mayores, les pagamos con nuestro bolsillo el famoso  MEGA, aquel mítico Plan de mellora da electrificación rural que llenó la Galicia de Fraga de carteles para que, en plena década de los noventa, acabaran con la vergüenza de tener partes enteras del territorio sin luz o sin una corriente decente. Desde aquel generoso esfuerzo de todos a mayor gloria de su beneficio, ni Fenosa, ni otra compañía, han invertido un «patacón» para mejorar las infraestructuras eléctricas de nuestro país. A lo mejor por eso aquí los afectados por los temporales se cuentan por decenas de miles y en el resto por centenares.

En uno de los escasos momentos libres que le queden a O Noso Alberto en su exhaustiva e intensa vigilancia de lo que pasa en Catalunya, podía ocuparse de esto de la luz. Se le llama gobernar, por si se le ha olvidado cómo era.

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